domingo, 27 de abril de 2008

Fregenal de la Sierra


La antigua población de Fregenal de la Sierra mantiene, todavía en nuestros días, bien guardado el secreto de su origen. No obstante, la hipótesis más aceptada habla de la aparición de una colonia fenicia en la zona, la cual habría sido latinizada durante la conquista romana. Según esto, el lugar se habría dado a conocer con el nombre de Fraxinus.

Lo que sí sabemos con seguridad es que fue el monarca Fernando III El Santo quien reconquistó la localidad a los musulmanes, lo que provocó, a partir de aquel momento, que la villa se convirtiera en un lugar de cierto esplendor.

Más tarde, ya durante el reinado de Alfonso X el Sabio, Fregenal de la Sierra fue donado a la Orden de Santiago, y posteriormente pasó a ser posesión de los monjes templarios. Fue durante esta época (siglo XIII) cuando se construyó un hermoso castillo en torno al cual se fue desarrollando la actual población, Un caso singular, puesto que la mayoría de las localidades de la región extremeña ha ocurrido lo contrario: las poblaciones han crecido separadas de sus construcciones defensivas.

Esta maravillosa fortaleza, de la que todavía conservamos una buena parte de sus muros de mampostería y sillares, que levantó sobre los restos de la tradicional alcazaba árabe. En ella podemos contemplar el magnífico escudo de la Orden de los templarios. El patio de armas quedó prácticamente destruido hace ya siglos y hoy día ese mismo lugar se encuentra ocupado por la pintoresca plaza de toros de la villa.

Durante muchos años Fregenal de la Sierra perteneció a la provincia de Sevilla, hasta que en el año 1833 fue incorporada definitivamente a la provincia de Badajoz. Cuarenta años más tarde la población recibió el título de ciudad. La base de la actividad económica fue durante un largo tiempo el hierro extraído de sus minas y la industria de corcho, ambas desarrolladas principalmente entre finales de siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, de la famosa artesanía del lugar, que fue una actividad tan importante en el lugar durante siglos, hoy sólo restan algunos talleres dedicados a la confección de adornos domésticos hechos en ganchillo, así como una cierta tradición alfarera muy apreciada por los buenos coleccionista .

En cuanto a su arquitectura, Fregenal de la Sierra conserva gran número de edificios de gran valor, tanto histórico como artístico, dotada de una enorme belleza y, la mayor parte de ellos, de un aire que nos hace evocar las limpias calles andaluzas, tanto por sus encaladas casitas como por la alegría que desprende el conjunto.

Adosada a un lateral del castillo templario se encuentra la iglesia de Santa María del Castillo, construida a finales del siglo XIII con los elementos pregóticos propios de la época. Las posteriores reformas de los siglos XVI, XVII, e incluso XVIII, han incrementado la belleza del conjunto con bellos ornamentos. Destacan el estilo renacentista en su exterior y los retablos barrocos del interior, dotados en el siglo XVIII.

Un conjunto arquitectónico de gran valor es el constituido por la plaza Mayor, edificada en el siglo XIII. Sin embargo, de este siglo solamente queda un pequeño soportal y parte del ayuntamiento, el cual, aunque construido en el siglo XVIII, conserva lápidas romanas y cañones pertenecientes a la Guerra de la Independencia. Esta plaza es un buen punto de partida para comenzar a explorar las delicias que nos depara la ciudad de Fregenal de la Sierra.

Otros edificios característicos del lugar son la iglesia de Santa Ana y la iglesia de Santa Catalina. La primera de ellas alberga un rico retablo plateresco y un bello mausoleo dedicado a Bravo Murillo, uno de los hijos ilustre de la ciudad. En cuanto a la segunda, aunque data del siglo XIII, y de esta época podemos encontrar importantes elementos mudéjares, fue objeto de numerosas reformas durante el siglo XVIII que la transformaron parcialmente, aunque no por ello ha mermado su belleza original.

También los conventos tienen una particular relevancia en toda esta zona. A lo largo del siglo XVII se fundaron en Fregenal de la Sierra cuatro comunidades religiosas: agustinos, claristas, jesuitas y franciscanos; no obstante, sólo el convento perteneciente a los agustinos mantiene hoy su función religiosa.

La ermita de los Remedios, edificada entre los siglos XVI y XVII, es el centro de la Romería dedicada a la Virgen del mismo nombre, a la cual debe asistir, según la tradición, al menos un miembro de cada familia. Esta Romería está frecuentada por un gran número de gitanos que viajan de todos los puntos de España, e incluso de Europa, para asistir a ella.

Otras fiestas de particular interés son la Semana Santa y la bonita festividad de la Virgen de la Salud, en septiembre, cuyo mayor encanto radica en la presencia de los “danzaores”, los cuales interpretan un extraño baile de gran originalidad y origen incierto.

Por todas éstas y muchas otras razones una visita a esta emblemática localidad de la baja Extremadura, a Fregenal de la Sierra, se convierte en un pausado recorrido por las grandes épocas de esplendor de una región de nuestro país donde la tolerancia ha sido siempre la principal virtud. En este lugar convivieron durante siglos en perfecta armonía tres culturas, la judía, la musulmana y la cristiana, y cada una de ellas nos ha dejado como herencia su particular visión del mundo, materializada tanto en sus maravillosas manifestaciones artísticas, como en sus tradiciones más arraigadas, lo que nos ha dado un presente rico en bellezas y en amabilidad, proverbial entre las gentes de la villa.

viernes, 25 de abril de 2008

Dos nidos





Enfrente de mi casa yace en ruinas

un viejo torreón de cuatro esquinas,

y en ese viejo torreón derruido

tiene asentado una cigüeña el nido.

¡Y parece mentira, pero enseña

muchas cosas un nido de cigüeña!


Por el borde del nido de mi cuento,

donde reina una paz que es un portento,

asoman el pescuezo noche y día

los zancudos cigüeños de la cría.

Cuando los deja la cigüeña madre,

trae alimentos el cigüeño padre,

y cuando con su presa ella regresa,

vuela el padre a buscarles otra presa;

y de este modo la zancuda cría

en banquete perenne pasa el día.


Estaba yo una tarde distraído

desde mi casa contemplando el nido,

cuando del campo regresó cargada

la solícita madre apresurada.

Presentó con orgullo ante su cría

una culebra muerta que traía,

y mientras sus hijuelos la "trinchaban"

y, defendiendo la ración, luchaban,

reventaba la madre de contenta

mirándolos comer... ¡y estaba hambrienta!

¡Y cómo demostraba su alegría

viendo el festín de su zancuda cría!

¡Qué graznidos, qué dulces aletazos

y qué cariñositos picotazos

les daba a aquellos hijos comilones

que estaban devorando sus raciones!


Al ver desde mi casa aquella escena,

llena de amor y de ternura llena,

bendije al nido aquel, y, ¡lo confieso!,

estuve a punto de tirarle un beso.

Ahogué mi beso, pero tristemente

me dije por lo bajo de repente:

"¡Quizá hay en el mundo quien querría

convertirse en cigüeño de la cría!"

José Maria Gabriel y Galán

domingo, 20 de abril de 2008

Francisco Zurbarán.

Gran pintor extremeño. Su pintura parte del realismo de los primeros años del siglo que él interpreta interesándose más por la sencillez de las formas que por la minuciosidad del detalle. Utiliza un tenebrismo suave y claro. Un preciso dibujo perfila sus figuras, tratadas de forma geométrica y escueta, por lo que alcanzan un gran valor plásti­co.

Hijo de un comerciante vasco afincado y casado en Extremadura, Zurbarán nació en Fuente de Cantos (al sur de la provincia de Badajoz) el 7 de noviembre de 1598. Entró como aprendiz en el taller sevillano de Pedro Díaz Villanueva, pintor de imágenes piadosas, hasta que en 1617 (ya casado) se traslada a Llerena, donde reside durante más de diez años realizando trabajos para diversos conventos de Extremadura y Sevilla. En 1629 atiende la invitación del municipio sevillano y se instala en la ciudad durante los siguientes 30 años. Entre 1634 y 1635 abandona Sevilla por primera vez para desplazarse a Madrid con el encargo de pintar la serie mitológica de Los trabajos de Hércules (Museo del Prado, Madrid) y dos cuadros de batallas para el Palacio del Buen Retiro. La década de 1640 es la más fructífera de su obra, realizando varias pinturas para el monarca Felipe IV, por lo que firma alguna vez pintor del Rey. En la siguiente, en cambio, inicia su declive, pues no recibe tantos encargos como en épocas anteriores (tal vez por la competencia que empieza a hacerle Murillo), aunque continúa pintando excelentes obras. En 1658 viaja por segunda vez a Madrid, donde reside definitivamente, aunque con dificultades económicas, hasta su muerte, el 27 de agosto de 1664, sumido en una gran pobreza. Las obras de Caravaggio, José Ribera y Diego Velázquez ejercen una clara influencia en Zurbarán. Al final de su carrera artística también le influyó el estilo más tierno y vaporoso de Bartolomé Esteban Murillo. Su primera obra conocida, pintada cuando tenía 18 años de edad, es la Inmaculada Concepción (1616, Colección Valdés, Bilbao). Obra de juventud es también un Cristo crucificado (1626-1630, Museo de Bellas Artes de Sevilla), tema que repetirá en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera.

Aunque Zurbarán pinta historias e imágenes religiosas aisladas, sus obras principales son
retablos y series de lienzos para conventos. Para el Colegio Franciscano de Sevilla hará el ciclo de Historias de san Buenaventura (1629, repartido en diversos museos) y para los mercedarios de Sevilla Las dos Visiones de san Pedro (1629, ambas en el Museo del Prado). Obra de primera magnitud es La Apoteosis de santo Tomás de Aquino (1631, Museo de Bellas Artes de Sevilla), pintada originariamente para el Colegio Mayor de Santo Tomás en Sevilla. Entre 1630 y 1635 lleva a cabo las pinturas para Nuestra Señora de las Cuevas, en Triana, de las que destaca San Hugo en el refectorio de los cartujos. En los años finales de la década de 1630, realiza el ciclo de pinturas del Monasterio de Guadalupe (1638-1645), únicas piezas que se conservan en el lugar de origen, en el que retrata en diversos lienzos la vida de san Jerónimo y las principales figuras de su orden monástica, como Fray Gonzalo de Illescas, y la serie para la Cartuja de Jerez (1633-1639), cuyas historias evangélicas del retablo se encuentran en el Museo de Grenoble, pero en las que los más valiosos son los cuadros de santos cartujos en oración, como el Beato Juan de Hougton del Museo de Cádiz. Junto a estos encargos realiza obras más mundanas, por la riqueza de sus vestiduras, en las que representa a santos. Santa Casilda (en el Museo del Prado) y Santa Margarita (National Gallery de Londres) son las obras más destacadas en esta línea. Otros temas de la obra de Zurbarán, aparte los meramente religiosos, son los retratos (Conde de Torrelaguna, en el Museo de Berlín), históricos (Socorro de Cádiz, Museo del Prado) y sobre todo los bodegones. Aunque son pocos los que conocemos, en ellos muestra claramente su estilo, sencillez en la composición —objetos puestos en fila—, tenebrismo conseguido con fondos muy oscuros, gran sentido del volumen en las formas y una gran naturalidad. Destacan los bodegones del Museo de Cleveland y del Museo del Prado (Bodegón)

viernes, 18 de abril de 2008

NAVALMORAL DE LA MATA

Los míticos bosques de encina se extienden sobre la llanura para dar la bienvenida a todo aquel que dejando atrás Castilla, se adentre en la Alta Extremadura. En el este cacereño, Navalmoral de la Mata nos recibe como orgullosa capital de una extensa comarca de llanas tierras de labor que recibe el nombre de Campo Arañuelo. Tan sólo la sierra de Miravete se atreve a elevarse tímidamente sobre sus horizontes abiertos de par en par, impregnados aún de la estética castellana. Los ríos Tiétar y Tajo trazan sus fronteras naturales por el norte y por el sur, desgajando sus dominios del oasis verato que algunos se atreven a llamar La Suiza Extremeña y del agreste paisaje de los Inores, un bello valle cuajado de castaños, robledales, romeros y jaras que da paso a las Villuercas de Guadalupe, donde se funde sutilmente con sus serranías. El cercano embalse de Valdecañas es artífice de que sus campos viren al verde con suculentos pastos y campos de regadío donde se cultiva tabaco, pimentón y espárragos. Desde el puerto de Miravete –donde la autovía N-V atraviesa dos confortables túneles- el Campo Arañuelo se nos ofrece en todo su esplendor con el majestuoso Tajo y sus numerosos encinares como protagonistas, aunque para algunos, la central nuclear de Almaraz enturbie un tanto la espectacular panorámica con la sombra del miedo a lo desconocido.

En el corazón de su rica comarca, Navalmoral de la Mata florece como lugar de paso entre Castilla y Extremadura. Lleva el sambenito de ser tierra de bandoleros y salteadores de caminos.

Fiel a su tradición, hoy es un poderoso nudo de comunicaciones por carretera y ferrocarril y centro comercial de todas las comarcas limítrofes, cuyos habitantes acuden con sus productos a los multitudinarios mercados que celebra los días 10 y 27 de cada mes. Parece ser que la villa nace en torno a una posada para acoger el trasiego de viajeros entre Plasencia y Talavera de la Reina. Sus gentes, que se dedicaban al pastoreo, malviven bajo el señorío placentino, del que consiguen emanciparse hacia la segunda mitad del siglo XVII. A fuerza de extenderse a lo largo de una transitada carretera casi ha perdido sus señas de identidad, y con más de quince mil habitantes cabalga en el carro del progreso.

La iglesia gótico-plateresca de San Andrés Apóstol, con su hermoso retablo mayor renacentista y un órgano barroco, una esbelta picota y la biblioteca Concha, de 1895 son la única huella del pasado. Ubicada en un llano y lejos de la feraz vega del Tiétar, la villa padece los rigores de un clima extremado con fríos inviernos y sofocantes veranos.

El 29 y 30 de septiembre se viste de gala para festejar a San Miguel con corridas de toros, aunque su célebre Carnaval es el más esperado.

Declarado de Interés Turístico, el pueblo entero sale a las calles para lucir su disfraz y participar en la cabalgata con murgas y chirigotas. En restaurantes y tascas se degusta el cocido extremeño, la carne con patatas y unas criadillas con huevos revueltas dignas de dioses. Los fines de semana su alegría convoca en torno a sus garitos a los bacaladeros del reino. A Cáceres se la conoce como la petaca de España, y Navalmoral de la Mata participa de lleno en el establecimiento del tabaco en el valle del Tiétar. Salvo experimentales y cortísimos periodos de ensayo en el siglo XIX, su plantación estuvo prohibida en España hasta 1940 y es que tras la imposición aduanera, la Renta de Tabaco es el impuesto más antiguo del nuestro sistema tributario. A partir de 1919 la hacienda española abre un proceso de implantación de este cultivo, aunque a título de ensayo y controlado por una comisión. Los experimentos se inauguran en 1920 y a la vista de las posibilidades tabaqueras de la Alta Extremadura y Granada se fueron prorrogando hasta desembocar en su definitiva autorización. Sesenta y dos agricultores del valle del Tiétar repartidos entre Jaraiz de la Vera, Talayuela, Garganta de la Olla, Collado de la Vera, Casatejada, Pasarón de la Vera y Navalmoral se lanzan a la aventura en 1923. Y en 1930 se aprueba la puesta en funcionamiento del Centro de Fermentación de Tabaco en Navalmoral de la Mata, el primero que se instala en la provincia de Cáceres. No deja de ser una paradoja que Extremadura fuera la tierra de los conquistadores y hoy gran parte de sus campos estén conquistados por la exótica planta que aquéllos trajeron del Nuevo Mundo. Quinientos años más tarde la hegemonía tabaquera de la provincia de Cáceres demuestra que entre los extremeños sigue vivo el patrimonio de su descubrimiento y que sus antepasados no hicieron el viaje en balde. Y si nos interesa la artesanía hay que detenerse en la contemplación de sus maravillosos bordados y labores de ganchillo.

jueves, 10 de abril de 2008

Cigüeñas


Cigüeñas blancas,
cigüeñas negras,
de estas, ambas,
por estas tierras

Cigüeñas blancas,
cigüeñas negras,
¡Quien pudiera
blandir alas
como ellas!

Y otear el mar de encinas
¡desde lo alto, por encima!
con el rocío, con la calima.

Y pasar por la infancia
sin detenerse en ella
y volver cuando se quiera
aunque sea en somnolencia.

Y sobrevolar los muros
del odio y los sufrimientos
y esperar que los humos
se lleven resentimientos.

Y mirar el horizonte
Con la mente despejada
deseando que lo noble
anide en el alma apenada.

Y despreciar siempre
La falacia y la acritud
que nuestros actos lleven
a caminos de virtud.

Que todas las vivencias
abran nuestros corazones
que pasadas experiencias
no nos quiten ilusiones.

Que a lo largo del camino
encontremos gente amable
que no se tema al destino
que no ofendamos a nadie.

Que el corazón se emocione
con las cosas mas sencillas
que seamos tan humildes
que nos ensalce la vida.

Que todos los extremeños
creamos en nuestra fuerza
que los máximos empeños
sean el trabajo y la nobleza.

Que vivamos la esperanza
de un mañana renovado
poniendo la confianza
en los dones conquistados.

Cigüeñas blancas,
cigüeñas negras,
¡Quien pudiera
blandir alas
como ellas!

Andrés Gómez Ciriaco

domingo, 6 de abril de 2008

GUADALUPE

Almenadas torres, cúpulas y agujas góticas se elevan al cielo en celestial sinfonía arquitectónica para anunciar la grandiosa morada de la patrona de Extremadura y reina de la Hispanidad. Surge como por arte de magia en el agreste sudeste cacereño, con la sierra de Guadalupe como telón de fondo y las de Altamira y Las Villuercas a izquierda y derecha. La Virgen Morena se venera en un conjunto monumental con aspecto de fiera plaza fortificada donde conviven en sabia armonía convento, templo y alcázar. La historia del monasterio de Guadalupe se inaugura hacia el 1300, cuando según la tradición un pastor llamado Gil Cordero encuentra su imagen. Llevaba tres días desesperado buscando una vaca extraviada y finalmente tropieza con ella muerta junto a un manantial. Ante el triste vaquero se apareció la Virgen, que tras dulces palabras resucitó al animal y desapareció. La noticia del prodigio corrió como la pólvora y, en compañía de unos clérigos, Gil volvió al lugar de los hechos. Hallaron una antiquísima talla de María, junto con unos gastados pergaminos que narraban cómo la ocultaron unos monjes sevillanos ante la amenaza del moro. La imagen se atribuye a San Lucas y cuenta que muerto el evangelista en Asia Menor, se hizo enterrar con ella. En el siglo IV se traslada a Constantinopla junto al cuerpo del Santo, desde donde partió a Roma y el Papa Gregorio Magno se la envía al arzobispo de Sevilla. Parece que en el año 711 viaja con aquellos religiosos de Sevilla, que la esconden bajo tierra.

Tras el hallazgo se construyó allí una modesta ermita y como bajo su advocación los cristianos ganaron la batalla del Salado, Alfonso XI decide levantar el colosal monasterio a finales del siglo XIV para dar gracias a su divina protección. El fervor hacia la Virgen de Guadalupe nace como emblema de lucha contra el infiel y el Santuario participa en cruciales momentos, como Lepanto y la rendición de Granada, en cuyo valioso archivo histórico conserva el documento con la firma de Isabel la Católica. En peregrinación acudían a esta meca variopintos personajes, a quienes los jerónimos acogían durante tres días y regalaban un par de zapatos para el regreso. El Manco de Lepanto vino hasta aquí para ofrecer a la Virgen sus cadenas de cautivo y también acudieron Santa Teresa de Jesús, San Vicente Ferrer, San Pedro de Alcántara, San Juan de la Cruz y Francisco de Borja. Además, se postran ante ella monarcas y emperadores. Juan Pablo II fue su último visitante de excepción. En esta mole pétrea recibieron Isabel (que llamaba “mi paraíso”) y Fernando a Colón a su regreso de América, y de sus muros partió la autorización para que tomara el mando de carabelas y tripulantes. Aquí bautizará a dos indios que trajo consigo en su segundo viaje y desde entonces todos los conquistadores dan gracias a la Virgen a su regreso del Nuevo Mundo. Durante el siglo XV se erige en Santuario de la Hispanidad. También se reunieron aquí Felipe II y el infante don Sebastián para tratar la unión de la Península en un solo reino. Alcanza la gloria con su célebre botica, el hospital y las escuelas de Medicina, y es que los monjes realizaban operaciones quirúrgicas gracias a una dispensa de Roma. Atesoraba las recetas más exquisitas de nuestra cocina, pero un distinguido oficial de Napoleón se las llevó a su esposa como valioso presente. Con la ley de Desamortización de Mendizábal le cayeron encima cincuenta años de abandono, hasta que en 1908 se hicieron cargo de su grandeza los frailes franciscanos.

El monasterio de Guadalupe, templo de fe y cultura con categoría de Patrimonio de la Humanidad, custodia recuerdos históricos y tesoros artísticos en clave gótica y mudéjar. Al cruzar las portadas ojivales de estilo mudéjar, los ojos se clavan en sus dos puertas de bronce repujado, mientras una sobrecogedora luz invade el templo a través de sus ventanales góticos. Tras cumplir visita a su pila bautismal de bronce y plata, la capilla de Santa Ana muestra un bello sepulcro de los Velásquez, obra de Anequín Egeas y la mejor escultura del Monasterio. En el crucero resalta por su belleza las verjas de hierro forjado, rematada con filigranas de encaje; en el sobrio retablo, labrado en roble y cedro por Giraldo de Merlo, como sagrario, se haya un escritorio de Felipe II. La que llaman “reina de las sacristías de España” es santuario del pincel de Zurbarán. Once telas del gran pintor extremeño, y la lámpara de la nave capitana de los turcos en la batalla de Lepanto se suma a sus encantos. Por la escalera de jaspe rojo se asciende al camarín de la Virgen, obra de Francisco Rodríguez decorado con cuadros de Lucas Jordán, donde reposa la Virgen Morena. En el joyel los monjes enseñan sus coronas, sus tres valiosos mantos –uno de ellos de la infanta Isabel Clara Eugenia-, un crucifijo de marfil atribuido al gran Miguel Ángel y un sinfín de joyas. El soberbio claustro mudéjar, presidido por un bello templete y envuelto en las delicadas fragancias de su jardín luce arcos de herradura de diferentes fundidos. El 8 de septiembre, día de la Virgen, es escenario de una sobrecogedora procesión. Por su portada plateresca se sube al coro, con sillería de nogal del siglo XVIII. En el claustro gótico, rectangular y con tres pisos de diferentes arcos, conviven los estilos clásico, gótico y mudéjar ante su palmera y una fuente con cerámica talaverana. Además, el monasterio ofrece al visitante una confortable hospedería regentada por los propios monjes donde se guisa de maravilla, y dos museos. En el de Bordados destaca el Trapo Viejo, la casulla del condestable y los soberbios frontales de la Pasión y la Asunción.

El Museo de los libros corales guarda una colección de miniaturas, con piezas que van del siglo XV al XVIII y las escuelas góticas, mudéjares, flamencas y renacentistas. Destaca un tríptico de la Epifanía, donde las caras del ángel y la Asunción son el vivo retrato de los Reyes Católicos, una virgen de alabastro de Egas y otra de marfil.

A la sombra del imponente Monasterio nació la llamada Puebla de Guadalupe. Su caserío de callejas estrechas y empedradas se viste con bellas balconadas de madera en voladizo y solariegas plazuelas. La casona de los Pizarro, la Hospedería de Nobles, construida a finales del siglo XV para la visita de los Reyes Católicos y más tarde del marqués de Riscal, y el Colegio, hoy Parador, levantado al despuntar el siglo XVI para impartir clases de canto y gramática, nos recuerdan su protagonismo. Su bonita plaza Mayor divide en dos barrios el pueblo: el de Arriba, culminado con un arco de San Pedro, y el de Abajo, donde descansa la fuente de los tres chorros y otra en la que las vergüenzas de un angelito hace de caño. Hay que recomendar algunas excursiones a lugares como La Casa de los Gusanos de Seda, en pleno bosque de helechos, castaños y robles; el Arca del Agua; Las Villuercas y el palacio de Mirabel, residencia de Isabel y Fernando. La artesanía del cobre y el latón es su fuerte y en materia gastronómica ya lo dice el refrán, “a perdiz por barba caiga quien caiga”. También hay que probar sus morcillas de berza y la caldereta regada con vino de pitarra. La Gloria es un exquisito licor hecho con aguardiente, mosto y varias hierbas aromáticas, mientras la repostería corre a cargo de las perrunillas y el nuegado, un turrón de miel y nueces.

viernes, 4 de abril de 2008

Primavera

Yo no sé qué tieni,
qué tieni esta tierra
de la extremaúra
que cuantis que llegan
estos emprencipios
de la primavera,
se me poni la sangre encendía
que cuasi me quema,
se me jincha la caja del pecho,
se me jaci más grandi la juerza
se me poni la frente möorra
y barruntu que ansina me entra
como un jormiguillo
que me jormiguea...
¡Y luego unas ansias:
que me ajogan de juerti que aprietan
con arrempujonis
de lloral sin querel, que me quean
que cuasis reviento
sin poel revental de la pena!...
¡Me dan unas ganas
de metermi con cosas de juerza!...
¡Asín jundo el corti
de la segureja,
que lo mesmu ha caíu esta encina
que si juesi de pura manteca!
Yo no sé qué será lo que adrento
me escarabajea
cuantis llega esti tiempo tan güeno
de la primavera...
Digu yo que serán estos vahus
que jecha la tierra,
que güelin a ricos
y paice que, asín que se cuelan,
comu que arrempujan
de adrento pa juera,
y levantan el pecho pa arriba,
y entontecin de gustu que quean...
¡Juy, cómu me sabin!...
¡Juy, Dios, y qué juerza!
Si viniese ahora mesmu aquí el Gorio
y quisiesi luchal una güelta...
¡Juy, Dios, qué Goriazo
le jacía pintal en la tierra!
Me gusta esti tiempo
de la primavera,
pero, ¡coño!, me da mucha rabia
no tenel una cosa que puea
sacalmi del cuelpo
el comuelgo na más de la juerza

Gabriel y Galan

martes, 1 de abril de 2008

Cáceres

Cáceres. Emplazada en una colina perteneciente a la sierra de la Mosca, cerca del Tajo.
Tiene un rico patrimonio cultural, cuyo estado de conservación la declaró como Monumento Nacional en 1949, y su proclamación por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1986.

La muy temprana ocupación humana de su entorno se ve en las pinturas rupestres paleolíticas de la cueva de Maltravieso. No faltan restos del poblamiento de la Edad de los Metales, como la cueva del Conejar, conformada, igual que la anterior, en el área próxima del calerizo.

Pero los primeros rastros de ciudad en Cáceres son de la etapa romana que la llamó Norba Caesarina, fundada con campamentos militares en el año 29 a. C. por el cónsul Lucio Cornelio Balbo. De esta época hay inscripciones, piezas escultóricas y fragmentos de la muralla, construida en los siglos III y IV d. C., y de la que persiste en pie la puerta oriental, conocida como Arco del Cristo.

Tras un abandono de la ciudad romana, la ciudad cobra nueva actividad con la llegada de los árabes. La población árabe reconstruye el núcleo intramuros, y reedifica sus murallas y torres de tapial sobre los sillares graníticos romanos. Los restos de esta época gran parte de la cerca de la alcazaba y el aljibe del desaparecido alcázar, hoy palacio de las Veletas son de la etapa almohade, a fines del S. XII, momento inestable por el avance de tropas cristianas.

Con la Reconquista cristiana, en 1127 o 1129 tras años de numerosas contiendas Cáceres se convierte en una villa de realengo, condición que mantiene hasta 1882, cuando Alfonso XII la erige en ciudad. Durante los siglos XIII y XIV algunas familias del norte de la península comienzan a construir sus casas en el recinto amurallado, sobre el sustrato musulmán, dando lugar a la arquitectura característica del casco antiguo de Cáceres: edificaciones de gran carácter defensivo, con paramentos lisos a base de mampostería y sillares graníticos. De finales del S. XIV, y de las reformas, ampliaciones y nuevas construcciones efectuadas durante el XV y XVI, datan la mayoría de los edificios que componen el casco antiguo cacereño. Sus múltiples torres palaciegas, muchas de ellas desmochadas a mediados del S. XV por orden de los Reyes Católicos como castigo a las facciones aristocráticas opuestas a su causa, son un testigo de los conflictos nobiliarios que asolaron Extremadura al final de la Edad Media.

La actividad constructiva es un síntoma de impulso económico, nacido de la conquista de América, que hace un importante crecimiento demográfico. La ciudad desborda las murallas, y crea barrios extramuros en torno a la Plaza Mayor -que sustituye a la vieja plaza de Santa María-, en el lado occidental, y la denominada "judería", que se descuelga por el lado oriental del barrio antiguo. Se construyen también iglesias extramuros, que configuran nuevas, y palacios en torno a la Plaza Mayor, que muestran rasgos constructivos del nuevo estilo renacentista.

Tras el S. XVII de crisis hay una recuperación en el XVIII, que se producen reformas urbanísticas, se reconstruye la entrada principal al barrio antiguo -Arco de la Estrella-, se inician empresas constructivas -Iglesia y colegio de la Compañía de Jesús-, y se reforman palacios, conventos y ermitas. La modernización del núcleo cacereño fue el establecimiento de la Real Audiencia a fines del S. XVIII, y su conversión en capital de la Alta Extremadura en 1833.

Pero estas funciones administrativas no terminaron de hacer despegar a la ciudad, y su trazado urbano permanece inalterado hasta fines del S. XIX o inicios del XX, momento en el que se hacen los primeros ensanches: calle que une la Plaza Mayor con la de San Juan, o el futuro Paseo de Canovas. De igual modo, el descubrimiento de yacimientos de fosfatos en 1864 cerca del núcleo urbano -Aldea Moret-, y la inauguración del ferrocarril en 1881, permiten la ampliación de la ciudad a principios del S. XX. Igualmente el palacio de la Real Audiencia y la Plaza de Toros serán focos de atracción. Estas áreas de expansión permiten el una arquitectura pseudomodernista y de renovación de una burguesía agrícola y comercial, que marca el último momento de florecimiento constructivo de la población. Actualmente Cáceres es un núcleo universitario y de servicios, con una creciente actividad cultural, consolidada por su declaración como Patrimonio Mundial. Nos encontramos, en definitiva, con una ciudad que conjuga la modernidad con una extraordinaria herencia histórico-artística, ofrece simultáneamente en un sólo recinto grandes servicios turísticos, y uno de los más sugerentes y auténticos viajes al pasado del circuito monumental español.

Principales Monumentos:

ALJIBE ÁRABE

Aljibe árabe de la época almohade (SXII). Está situado en el sótano de la Casas de las veletas. Está construido con materiales de pobladores anteriores como visigodos y romanos. La existencia del aljibe en las viviendas de antes era muy importante, ya que proporcionaba una imprescindible reserva de agua sanitaria para el uso doméstico y a veces artesanal.

ARCO DE LA ESTRELLA

Arco de la Estrella. Es una de las cinco puertas de acceso a la villa, junto con la de Mérida, La Fuente o Puerta del Concejo, la del Socorro y la del Postigo.
Antaño fue conocida como "La puerta Nueva". Un 30 de Junio de 1.497, esta puerta tuvo el honor de ser atravesada nada menos que por la Reina Isabel la Católica y dos años después lo hizo su marido, el Rey Fernando V de Aragón.
En 1.726, Churriguera lo modificó hacia estilo barroco y también lo amplió para facilitar el paso de carruajes. En su parte interior y en un templete barroco, se alojó la imagen de La Virgen de la Estrella, y de ahí su nombre. Pasando el arco, la corta y estrecha calle de la Estrella, nos lleva a la plaza de Santa María. Une la ciudad intramuros con la Plaza Mayor.

CASA DE CÁCERES
O CASA DEL MONO

Partiendo de la Plaza de Santa María, y bajando por la cuesta de la Aldana, típica como la Cuesta de la Monja, la Cuesta de la Compañía, la de las Veletas y otras, se puede admirar entre otras pintorescas edificaciones, la Casa del Mono, de estilo gótico, apodada así por los monos de piedra grabados en el perfil de su escalera. Su nombre es tomado de otra edificación gótica sita en la misma cuesta, llamada "la Mansión de los Aldana", uno de cuyos miembros, Hernán Pérez, llegó a ser Capitán General de la flota real de Alfonso VI. Frente a la Casa del Mono, hay una interesante casa mudéjar.

CASA DE LOS GOLFINES DE ABAJO

Es el más bello ejemplo de la arquitectura cacereña. Su fachada, es la más depurada luciendo una gran belleza plateresca. Los Reyes Católicos, se alojaron alguna vez en este palacio y sus dueños estuvieron muy relacionados con ellos. Luce la inscripción: "Esta es la casa de los Golfines".

CASA DE LOS GOLFINES DE ARRIBA

Casa de los Golfines de Arriba con detalle de su torre. Data del siglo XV. Luce torres en los ángulos y en el centro. La desmochada "Torre de los Plata" es el más hermoso ejemplo de su estilo.

PALACIO DE LAS VELETAS

Palacio de Las Veletas. También llamada "Casa de las veletas", está en la parte más alta de la ciudad de Cáceres. Está situada en la plaza del mismo nombre y conserva un antiquísimo Aljibe árabe. Fue levantada en el siglo XVI sobre lo que fue un alcázar árabe. Hoy día aloja un museo provincial que expone importantes restos prehistóricos, romanos y de otras antiguas épocas.


CONCATEDRAL DE SANTA MARÍA

Situada en la plaza del mismo nombre. Desde sus orígenes fue la iglesia principal del conjunto medieval. Su construcción comenzó a finales del siglo XIII, sin embargo el grueso del edificio se levantó en los siglos XV y XVI, en estilo gótico, sobrio y elegante. Consta de tres naves divididas en cinco tramos por arcos apuntados que se apoyan en pilares compuestos góticos, cubierta de bóveda de crucería, dos capillas laterales junto al prebisterio, otras dos adyacentes en el lado de la Epístola, y coro renacentista. En el interior merecen especial atención la puerta de la sacristía, realizada por Alonso de Torralba en el año 1.525; el retablo del Altar Mayor, obra renacentista en madera de cedro de Roque Balduque del 1.551; la Pila de Agua Bendita, realizada en mármol en el siglo XIV; numerosas lápidas, tumbas y sarcófagos; así como una rica colección de objetos litúrgicos de los siglos XV al XIX. Al pie de la torre se encuentra la estatua en bronce de San Pedro de Alcántara, esculpida por Pérez Comendador.

IGLESIA DE SAN JORGE

Plaza de S. Jorge e Iglesia de S. Francisco Javier. La Iglesia de S. Francisco Javier, pertenece al Colegio de los Jesuitas contiguo. Para el rodaje de la Película 1.492 la conquista del paraíso (1.992), su fachada, fue pintada de blanco. Está formada por una única nave y luce un bello retablo mayor barroco La Iglesia es conocida popularmente como “La Preciosa Sangre", en donde ofician misa clérigos de la orden Jesuita cuyos miembros viven en la próxima "Casa del Sol".Remata el conjunto de esta plaza, "la Casa de Vargas-Figueroa" que fue vivienda de canónigo.

PALACIO DE TORRE ORGAZ

Palacio de Torre Orgaz o Casa del Comendador de Alcuesar. Ha sido convertido en un acogedor establecimiento más de la red de Paradores Nacionales. Está levantado sobre cimientos árabes, luce una bella puerta de dintel y sobre ella, escudo barroco. El esmerado acondicionamiento de su interior asegura un inolvidable alojamiento y estancia en la ciudad.

PALACIO EPISCOPAL

Situado en la Plaza de Santa María tiene fachada gótica y plateresca. Desde tiempos, aquí vive el obispo y desde él se gobierna la diócesis Coria-Cáceres. También se halla aquí el archivo diocesano. En él se alojó Felipe II.

A su izquierda se encuentra la casa renacentista de los Ovando o Palacio de Hernando de Ovando. Los Ovando componían más de la mitad de la Nobleza cacereña, por lo que no es de extrañar que muchos edificios se identifiquen con este apellido.

PLAZA DE SANTA MARÍA

Desde el Arco de la Estrella enseguida llegamos a esta plaza que es uno de los más bellos conjuntos del gótico urbano español. Compuesta por monumentos mayormente religiosos, como El Obispado o la Concatedral de Santa. María que en la fotografía se aprecia al fondo.

TORRE DEL BUJACO Y ERMITA DE LA PAZ EN LA PLAZA MAYOR

Torre árabe del bujaco. Torre Bujaco, es la más hermosa de las cinco que conserva la ciudad del periodo de dominación árabe durante el siglo XII.
También la llaman la "Torre Nueva" o "Del reloj". Su nombre más conocido, proviene de la deformación del nombre del califa Abu-ya-gub. Contigua y pegada a esta esbelta torre de 25 m, se haya la Ermita de la Paz construida posteriormente en el S.XVI y reconstruida en estilo barroco en el XVIII.