domingo, 27 de enero de 2008

CARNAVAL DE BADAJOZ

La fiesta del Carnaval pacense se remonta a comienzos de 1815, pero será después de muchos años, concretamente el 14 de marzo de 1980 cuando la Comisión Permanente del Excmo. Ayuntamiento, a propuesta de la Comisión de Cultura, apruebe la organización del carnaval, y el año siguiente, 1981, el Ayto. y una Comisión Ciudadana hacen una convocatoria pública y montan una serie de actos carnavalescos durante dos días. Es la primera vez que se destina dentro del presupuesto municipal dinero para la fiesta.

A partir de ese momento el Carnaval ha ido cada año a más, convirtiéndose en la fiesta más importante de Badajoz.

Caracteriza el Carnaval pacense la participación popular, durante los días que dura la fiesta se ven grupos de gente que reúnen tres generaciones de una misma familia, todos disfrazados. Por otro lado, la afluencia masiva de los vecinos portugueses confiere un aire cosmopolita a una celebración única, al ser Badajoz "la tercera ciudad portuguesa", como afirman los lusos. Estas circunstancias no se dan en ningún otro punto de la Península.

Los asistentes disfrutan y participan bien en grandes comparsas, charangas y grupos, o en los divertidos concursos de comparsas, murgas o coros que se realizan durante estas fiestas.

De gran brillantez son los multitudinarios y bellos desfiles, que se realizan por las principales calles de la ciudad, finalizando la fiesta con el clásico entierro de la sardina.
costadulce.com


jueves, 24 de enero de 2008

Dichos de Extremadura


· Se esculó el cesto y se acabó el parentesco.

· Al niño llorón, boca abajo y coscorrón .

· El que de niño come sardinas, de viejo caga las espinas.

· Reunión de pastores, mortandad segura.

· Ave de paso, garrotazo o candilazo.

· Cuando pediste, señor, me dijiste, y cuando te dan, ni señor, ni na.

· A la puerta cerrá, llega el diablo y se va.

· Dios da barbas donde no hay quijás.

· Da Dios mocos a quien no tiene pañuelo.

· La bolsa del jugador no necesita ataor.

· Buena gana de silbar si la burra no quiere agua.

· Lo que en casa se pierde, en casa aparece.

· La hacienda de muchos se la come el lobo.

· Al viejo le quita Dios dormir y le da gruñir.

· Mal que no veo, bien me lo paso.

· Pasando San Miguel, el higo es de quien lo ve.

· La salud no está en el plato, sino en la suela de los zapatos.

· En Extremadura dan los carrascos jamones y las encinas salchichones

· El que no diga jacha, jigo y jiguera no es de mi tierra.

CUACOS DE YUSTE

Monasterio de Yuste

En el nordeste extremeño, a resguardo de la Sierra de Gredos, florece un auténtico vergel que da vida a la paradisíaca comarca cacereña de la Vera, un lugar donde ya el primitivo geógrafo griego Estrabón situó los místicos Campos Elíseos. Robles, alcornoques y pinos se adueñan de su paisaje, surcado por un sinfín de trucheras gargantas y arroyos que bajan en torrente hacia el río Tiétar. Por obra y gracia del pantano Rosarito y en aras de su peculiar microclima, en sus tierras brotan toda clase de frutales, algodón, tabaco y ese pimiento de bola, alma del pimentón verato que, traído de América, adaptaron los jerónimos a las huertas del monasterio de Yuste. A 524 metros de altitud y entre viejos árboles, Cuacos vive su mágica arquitectura popular inmerso en un paisaje declarado Paraje Pintoresco. La madera de roble y de castaño pervive en sus encalados entramados de adobe, en sus balcones y galerías cuajadas de lustrosas macetas, en las vigas sobre las que descasan sus pronunciados aleros. Por el centro de las calles empedradas, angostas y retorcidas discurre el agua a través de sus típicas regueras.

En una pequeña plazoleta descansa la que fue morada de don Juan de Austria “el bastardo Jeromín de Carlos I” con su porche de góticas columnas pétreas. En el dintel de cantería puede contemplarse un escudo con la cruz de Santiago y cuatro conchas, mientras en el interior nos sorprende la curiosa puerta de su alcoba, con 365 piezas que configuran la cruz de Caravaca. Su plaza Mayor de traza rectangular guarda el sabor entre balcones corridos y soportales de pilares de piedra y madera que rodean su fuente de cuatro chorros. Sobre el caserío se alza con aire de fortaleza su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, levantada en el siglo XV, que conserva un órgano regalo del Emperador. Castigado por la emigración, sus apenas mil habitantes celebran la Fiesta del Emigrante del 14 y 16 de agosto con festejos taurinos y el 24 de junio a San Juan, al que ofrendan con exquisitas magdalenas, roscas de aire y perrunillas. En la fachada de la ermita de la Magdalena hay un cochinillo de piedra roto. Cuenta la leyenda que un vecino de Garganta la Olla soñó una noche que su fortuna estaba en la Puerta del Sol de Madrid. Sin revelar su secreto a nadie, recabó a duras penas un puñado de monedas entre sus familiares y marchó a la capital. En el corazón del foro y sin comer apenas deambuló hasta que un día alguien le preguntó que hacía allí demacrado y sin rumbo. El verato contó su historia y el madrileño le aconsejó que no hiciera caso de los sueños porque no tenían ningún sentido. Él mismo –le dijo- había soñado con un cochinillo de piedra lleno de monedas de oro en la portada de la iglesia de un pueblo llamado Cuacos de Yuste. El de Garganta tomó nota, regresó a su tierra loco de contento, se llegó hasta Cuacos y encontró el tesoro.

Cuacos pasa a los anales de la Historia cuando Carlos I de España y V de Alemania decide retirarse al monasterio de Yuste (en cuyas cercanías y a lo largo de una serpenteante carretera descansa un curioso cementerio dedicado a la memoria de los soldados muertos en las guerras mundiales). Se cuenta que a principios del siglo XV dos ermitaños de Plasencia se llegaron hasta aquí en busca de penitencia y oración, instalándose en la ermita de El Salvador. Se le unieron otros tres santos hombres y tras ingresar en la orden de los Jerónimos en 1415, construyeron un monasterio en los terrenos cedidos por un vecino de Cuacos llamado Sancho Martín, situados al norte de la villa, en la falda meridional de la sierra de Tormantos. El proyecto se realiza bajo la protección del señor de Oropesa, quien a mediados del siglo XVI amplia el edificio. Carlos V pisa tierras extremeñas en Tornavacas el 11 de noviembre de 1556, reside en el castillo de Jarandilla de la Vera hasta que rematan su austero palacio adosado al templo y el 3 de febrero de 1557 llega a Yuste. Allí recibirá muchas visitas de reyes y santos y se dedicará por entero a la lectura, los rezos y los cantos gregorianos. Desde su habitación podía oír la Santa Misa a través de una ventana que comunicaba con la iglesia, mientras en una terraza que daba al estanque cercano tomaba el sol e iba de pesca. El resto de las estancias del palacio albergan nobles muebles las sobrias paredes. Aquejado de gota, no fue esta enfermedad la que segó su vida un 21 de septiembre de 1558, sino un paludismo galopante. Con la Desamortización de Mendizábal los monjes se ven obligados a abandonar el monasterio en 1835, pero en 1958 los jerónimos vuelven a regentarlo. L iglesia es una nave con bóveda de crucería y bella sillería gótica del siglo XVI, en nogal. Su claustro gótico de dos pisos luce arcos carpanales sin capitel, mientras el renacentista aloja en su arquería inferior columnas de capiteles jónicos. La austeridad del palacio hace pensar en aquel extraordinario emperador que después de haber regido el mayor imperio del planeta, muere en un humilde monasterio cacereño tras celebrar en vida sus propios funerales.

martes, 22 de enero de 2008

EXTREMEÑOS EXTREMADOS



Extremeños extremados
necesitados de amores
de la tierra enamorados

De fríos amaneceres
de atardeceres dorados
de oscuros nubarrones
de cielos iluminados

Por el agua embebidos
de justicia Sedientos
por la lluvia florecidos
por la sequía polvorientos

De ideas luminosas
de oscuros pensamientos
de locuras tenebrosas
de altruistas sentimientos

De rosas sin espinas
de espinas sin flores
Caciques por las esquinas
nobleza por los balcones

Extremeños extremados
necesitados de amores
de la tierra enamorados

Andrés Gómez Ciriaco

sábado, 19 de enero de 2008

Encarna Jiménez de la Cruz


Encarna Jiménez de la Cruz nació en Ribera del Fresno (Badajoz) el 19 de diciembre de 1951 en el seno de una familia de pastores. Según ella misma confiesa, su infancia fue la etapa más feliz de su vida. A ella hacen referencia la mayor parte de sus poemas en los que evoca los paisajes de su Extremadura natal. De niña su vida transcurría en el campo y a penas alcanzó a ir durante tres veranos a la escuela. Aunque el no tener estudios marcará su incursión en el mundo literario, esas pocas lecciones serán sufiecientes para despertar su curiosidad por la lectura, años más tarde, y desarrollar sus cualidades como poeta.

Con 14 años se marchó con unos familiares a Puigcerdá para trabajar como canguro aunque dos años más tarde regresaría a casa. Al alcanzar la mayoría de edad, Nicanor, su padre, uno de los hombres más importantes de su vida, murió repentinamente. Al poco tiempo Encarna se marchó a trabajar a Madrid como asistenta doméstica, oficio que ya nunca abandonaría. Un año después se trasladó junto a su madre, Fermina, y sus hermanos, Maria de los Ángeles, Rafael y Juan José, a Cataluña. Vivieron durante un tiempo en La Roca (Barcelona) pero acabaron fijando su residencia, hasta el día de hoy, en Granollers, una localidad cercana.

En Cataluña se casó con Manuel y tuvo dos hijos Alejandro y Miguel Ángel. Sus hijos no eran muy buenos estudiantes y este hecho, a parte de disgustos, provocó su inserción en el mundo literario. Paco Galán, paisano y profesor particular sus hijos, compartía con Encarna la pasión por la poesía. La extremeña le animo a publicar sus escritos y en 1987 editaron conjuntamente Amalgama de Vivencias, el primer libro de poemas de Encarna. Iniciaba así su carrera como escritora a los 36 años.

Encarna se considera una artesana y trata de pintar con palabras sus recuerdos, anhelos y sentimientos. Nunca ha presumido de ser una gran escritora y no trata de disimular su origen sencillo y humilde y ese es, precisamente, el mayor atractivo de su obra. Sus poemas son bellos sin necesidad de palabras cultas y rebuscadas. Siempre tiene un trozo de folio para recordar a sus seres queridos, los que se han ido y los que aun están, y sobretodo, para evocar los paisajes extremeños que tanto le recuerdan a su infancia. Aunque algunas personas creen que Encarna escribe únicamente poemas sobre Extremadura, lo cierto es que en sus libros pueden encontrarse también poemas dedicados a otros temas como el amor y la denuncia social.

La temática sobre Extremadura, a parte de ser una de sus preferidas por haber tenido que emigrar de su tierra siendo muy joven, ha hecho posible que varias instituciones extremeñas dedicadas a fomentar la cultura de esta comunidad hayan editado algunos de sus libros, aunque no todos. El resto los ha editado Encarna con los pocos ahorros que ha conseguido juntar después de toda una vida de duro trabajo. Es por este motivo que, desgraciadamente, nunca ha podido dedicarse en exclusiva a su vertiente artística (a parte de la escritura también ha hecho sus pinitos como pintora y es muy aficionada a la costura) y ha tenido que enfocarla casi como un hobbie.

Tras su carta de presentación, Amalgama de vivencias, debutó dos años más tarde en solitario con Auras Perdidas. En 1997 llegaría Sarmiento en verso y en 2003 su último libro de poemas Volar sin alas. Con los años Encarna no sólo ha ido diversificando su temática sino que también ha ido madurando como escritora. Prueba de ello es que su último libro, Cuentos de Pastores, no es una recopilación de poemas sino, como su nombre indica, de cuentos populares que Encarna recuerda de su infancia.

En los aproximadamente 20 años que lleva en activo como escritora ha
participado enérgicamente en la vida cultural extremeña tanto dentro como fuera de ella a través de las asociaciones culturales extremeñas repartidas por toda Cataluña. Ha acudido a innumerables festivales de poesía y ha sido galardonada en varias ocasiones

Hoy Encarna pasa por uno de sus momentos más dulces tanto en lo personal, dedicada por completo a su nieta Diliani, como en lo profesional

AURAS PERDIDAS

Proclama

Que nadie abra la boca
para hablar mal de mi tierra
que el manantial de mis venas
es pura savia extremeña.

El renegar de la madre
y el renegar de la tierra
es todo la misma cosa
¡Que se apunte eso quien quiera!

¿Qué no te labran tus hombres?
¿Qué tu pueblo no te quiere?
¿De dónde han sacado eso?
Me lo digan frente a frente.

Porque son tus hombres rudos
pero nobles y valientes
y no le temen a nada,
ni al sol ni al frío inclemente.

Y no es porque no te quieren
por lo que tu gente emigra,
es, y que quede bien claro,
porque está mal repartida.

Te tienen cuatro caciques.
Cuatro caciques tiranos
que te tienen maltratada
y atada de pies y manos.

Es hora de hacer justicia,
de dejar de lamentarnos.
Tenemos que conseguir
expropiar a esos villanos.

Porque ellos son los culpables
de que hayamos de marcharnos
y ya engordaron bastante
con nuestro sudor, hermanos.

Defendamos nuestra tierra
con ahínco con afán,
¡basta ya de humillaciones!
¡Que nadie te agravie más!

Luchemos todos unidos
con armas de libertad.
Consigamos que los pueblos
nunca tengan que emigrar.

Talvez un día, no lejano
si logramos regresar, a bichos de mala madre
podamos despellejar.

Te llevo dentro del alma.
De niña aprendí a quererte
y mi pluma, como espada,
será para defenderte.

Porque me hice poeta
y mi pecho es una fuente
para cantar la grandeza
de mi tierra y de mi gente.


domingo, 13 de enero de 2008

ZAFRA

Situada en el suroeste de Badajoz, Zafra es hoy en día una de las poblaciones de mayor importancia de la comunidad extremeña. Desde sus orígenes se constituyó como un núcleo comercial de cierto esplendor y, al contrario que otras localidades vecinas, este apogeo no ha disminuido con el paso del tiempo.

En Zafra además, podemos encontrar numerosas huellas de los diversos pueblos y culturas que han pasado por aquí, que han valido a la ciudad el destacado protagonismo de ser uno de los conjuntos artísticos de mayor relevancia y gran belleza de toda la zona. Sus calles no carecen en ningún caso del encanto propio del carácter extremeño, pero conservan también influencia e inspiración andaluzas, lo que compone un espacio tranquilo y apacible, salpicado de auténticas maravillas. Y aquí las hay arquitectónicas y también que son obra de la naturaleza.

Se calcula que fue hacia el siglo IX cuando se asentó allí un grupo de bereberes que se dedicaba tanto a la artesanía como al contrabando, lo que supuso que el asentamiento se desarrollara favorablemente, sobre todo a causa de las primeras ferias comerciales que, con gran éxito, comenzaron a celebrarse en el lugar.

Fernando III, artífice de la reconquista de la mayor parte de la Baja Extremadura, recuperó esta tierra y, tras breve época en que fue posesión de diversos nobles, pasó a formar parte del señorío de Feria. En el siglo XIX, concretamente en el año 1883, Zafra obtuvo el título de ciudad y actualmente continúa con la conservación comercial de sus inicios.

Su industria de motores de riego posee una singular relevancia dentro de la región, como las importantes ferias, que cada vez tienen mayor resonancia en todo el territorio nacional.

De entre sus ferias destaca la de San Miguel, celebrada en el mes de octubre y cuyo origen se remonta al siglo XV. De contenido principalmente ganadero y agrícola -a la que se añaden diversas actividades culturales durante su celebración- y a raíz del V centenario del Descubrimiento, ha adquirido carácter internacional. Su lema “Ven a Zafra, tendrás mucho ganado”, resulta de lo más acertado. La artesanía de la zona también ha ocupado durante mucho tiempo un lugar destacable en cuanto a la fabricación de artículos de cuero, como cinturones o bolsos, aunque, eso sí, tal actividad ha decrecido mucho en los últimos años.

Y centrándonos ya en el legado artístico que alberga la ciudad, Zafra conserva, gracias a la floreciente economía que ha sido protagonista durante toda su historia, un amplio catálogo de monumentos. Comenzando por el Alcázar se inicia una ruta que hay que realizar con calma, pausadamente, sin dejar de observar ningún detalle, por pequeño que sea, ya que todo Zafra está plagado de elementos artísticos de una belleza y un encanto quizás únicos.

Este Alcázar (siglo XV), que posee un magnifico patio diseñado por el arquitecto Juan de Herrera, perteneció a los Duques de Feria, Lorenzo Suárez de Figueroa y María Manuela, cuyos escudos familiares aparecen en la portada.

Cerca, en la plaza del corazón de María, se halla la casa del Marqués de Solanda, que fue construida en un elaborado estilo mudéjar, y a poca distancia de ésta la iglesia de Santa Marina, perteneciente a un interesante convento del siglo XVI. En la calle Sevilla hay otro convento de mayor importancia, el de Santa Clara, fundado por el primer señor de Feria en el siglo XV. En su magnífico interior existe una gran colección de objetos artísticos, como es el caso de la talla en alabastro de la Virgen del Valle, ubicada en el altar mayor de la iglesia, o el sepulcro de su fundador, junto a su esposa. En la misma calle se alza la Casa Grande, un bello palacio renacentista con tendencia al neoclasicismo. Continuando nuestro camino, llagamos a la iglesia de Santa María de la Candelaria, antigua colegiata gótica, donde se encuentran un precioso retablo barroco obra de Blas de Escobar, y una serie de lienzos pintados por el gran Zurbarán. La plaza Grande, realizada en el siglo XIX con motivo de la expansión económica del lugar, tuvo en su origen una finalidad señorial, patente en los múltiples escudos heráldicos ubicados en sus fachadas. A través de unos soportales, esta gran plaza se comunica con la pequeña, denominada plaza Chica, construida un siglo antes. Era en esta plaza donde se celebraban las antiguas ferias que han caracterizado a Zafra.

En la calle Santa Catalina se hallan dos emblemáticos monumentos: el Hospital de Santiago (siglo XV), con fachada de granito, y el convento de Santa Catalina, del siglo XVI, que entronca con la arquitectura mudéjar y morisca. El arco de Jerez, apuntado, constituía una de las puertas de la antigua muralla que rodeaba a Zafra, de la que hoy prácticamente no se conserva nada. A través de este arco se iba a Jerez de los Caballeros, localidad cercana a Zafra.

En la plaza Pilar Redondo se halla el antiguo convento de Santa Cruz, hoy sede del Ayuntamiento, el cual aún conserva su viejo claustro.

Y para terminar nuestra monumental visita, en el suroeste de la ciudad aparece el interesante convento del Rosario, cuyo interior llama la atención por la bóveda, construcción de particular interés, y además por la imagen del Cristo del Rosario, del siglo XVI.

Con todo, los encantos de Zafra son interminables, para descubrirlos hay que visitarla.

Durante el pasado año, Zafra ha recibió 67.500 turistas

Así se desprende del balance estadístico de 2007, en el que se destaca además que entre los turistas españoles, la procedencia ha sido diversa, aunque principalmente llegados de Extremadura, Andalucía, Madrid y Cataluña.

La localidad pacense de Zafra recibió en 2007 un total de 67.527 turistas, lo que supone 7.982 más que el año anterior. De ellos, 61.569 turistas son nacionales y 5.958, extranjeros. Esta cifra supone casi 8.000 más que el año anterior.

Por parte del turismo extranjero, este es "minoritario pero también ha sufrido un cierto incremento", señala la Oficina de Turismo, que alegó que los turistas extranjeros llegan principalmente de Portugal, país que ha incrementado su cifra en relación a años anteriores, superando a los alemanes que ocupan actualmente el segundo lugar, le siguen Reino Unido y Francia.

Por otra parte, la Oficina de Turismo destaca su trabajo en el Sistema de Calidad en Destino aprobado recientemente por la Secretaría General de Turismo y en el que calculó que a finales de 2008 se contará la distinción de todas las empresas adheridas al proyecto.

Otro de los proyectos en los que Turismo de Zafra trabaja actualmente es en la creación de un ente mixto, del que formarán parte entidades públicas y privadas, y que gestionará el turismo de Zafra a partir de ahora.

Un ente del que formarán parte el Ayuntamiento de Zafra, la Asociación de Empresarios de la localidad, la Asociación de Empresarios Calle Sevilla y Opa, además de la Femp y la Secretaría General de Turismo. Para esta creación se ha recibido una subvención de 37.620 euros, que supondrán una ayuda importante para el desarrollo de dicho proyecto.

La Concejalía de Turismo acudirá este año también a Fitur. En este certamen Zafra presentará su oferta para 2008, con nuevos proyectos como el Museo de la Medicina, la promoción de Zafra a través del Cine, el I Festival Gastronómico del Suroeste Ibérico, el III Festival de la Tapa, el III Encuentro Nacional de Zafrenses y para terminar se celebrará la Clausura del 125 Aniversario de Zafra como ciudad.

martes, 8 de enero de 2008

AZUAGA

Al suroeste de la provincia de Badajoz, limitando ya con la de Córdoba, se levanta la bonita población de Azuaya, cuyo valor histórico estriba, entre otras cosas, en la gran cantidad de vestigios de otras épocas que en ellas podemos encontrar.

El nombre de Azuaya proviene de la época de la conquista musulmana, un tiempo en el que este territorio era conocido por sus pobladores beréberes como Al Zuwaga, aunque, la existencia del lugar es mucho más antigua, ya que se han encontrado rastros de épocas anteriores, como lápidas conmemorativas dedicadas a personajes relevantes del imperio romano, como el Emperador Trajano, o incluso dólmenes elevados durante el período Neolítico.

En el siglo XIII los musulmanes son expulsados de este lugar por las fuerzas de la Orden de Santiago y, tres siglos más tarde, en el XVI, Azuaya se convierte en una de las localidades más pobladas de la comunidad extremeña, con diez mil habitantes, una cifra que se mantiene hasta nuestros días. Durante el siglo XIX, los yacimientos de plomo encontrados en sus alrededores hicieron que Azuaya viviera una de las épocas de mayor esplendor de su historia. La minería pasó a ser la base de su subsistencia económica, aunque más adelante este sector entró en crisis. Las minas fueron cerrando poco a poco, y como consecuencia de ello se produjeron un gran número de revueltas protagonizadas por los trabajadores del sector.

Hoy en día Azuaya aún no ha perdido sus viejas costumbres, como es el caso de la artesanía, que ha desaparecido en la mayor parte del territorio extremeño. Son característicos del lugar los excelentes trabajos de cestería, los artículos de latón y cuero y las sillas de anea. Naturalmente, todo ello realizado a mano y con técnicas que podríamos calificar, sin temor a equivocarnos, de ancestrales.

El trazado de las calles todavía posee en nuestros días un claro carácter musulmán, una circunstancia que unida a la cantidad y calidad de los edificios construidos por la Orden de Santiago, y también con posterioridad, convierte a Azuaya en un perfecto lugar para evocar el pasado de España. El casco antiguo es un conjunto de extraordinaria belleza arquitectónica, donde cabe destacar la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, situada junto a la torre del homenaje, único resto del castillo medieval construido por la Orden de Santiago. Esta iglesia, donde se funden gótico y renacimiento dando como resultado un precioso edificio de enormes dimensiones sólo comparable en tamaño a la catedral de Badajoz, consta de una enorme torre de tres cuerpos. El primero de ellos está rematado por la magnífica Puerta del Perdón, profusamente decorada. El interior, coronado por bóvedas de crucería, conserva una bella pila bautismal que data del siglo XVI, éste es uno de los pocos objetos que aún se conserva incólumes, ya que un incendio en 1888, junto a los destrozos ocasionados durante la guerra civil, provocaron la pérdida de la mayoría de los numerosos objetos de valor que la iglesia albergaba.

La iglesia de la Merced, otro de los espléndidos edificios que encontramos paseando por las calles de Azuaya, está construida en el estilo mudéjar imperante en el siglo XV, aunque con posterioridad se le añadieron elementos barrocos. El convento anejo a la iglesia cumple actualmente la función de Ayuntamiento.

Del siglo XVIII se conserva la preciosa iglesia del Cristo del Humilladero. El edificio más destacable de carácter civil es una gran casa del siglo XIX, donde, a pesar de sucesivas restauraciones posteriores, se pueden encontrar la mayor parte de las características arquitectónicas de la época en que fue construida. Hoy en día este lugar es Casa de la Cultura, en cuyo interior se halla un interesante museo etnólogico de carácter regional. La visita a Azuaya no sólo permite disfrutar del legado artístico y cultural de la zona; es inolvidable también la gastronomía, que nos permite degustar la sabrosa caldereta, la sopa de almendras y los riquísimos escabeches, aunque la gran atracción gastronómica es la que ofrece la muy rica y abundante tradición repostera, en la que podemos destacar los deliciosos roscos blancos y las perrunillas.

miércoles, 2 de enero de 2008

BROZAS


A cincuenta kilómetros al oeste de Cáceres y poblada por poco más de dos mil habitantes, la recia y sobria imagen de la villa de Brozas la quinta esencia del sabor del paisaje extremeño. Los campos de cebada y de trigo alternan con las viñas y sus ricas tierras de pastos. Algunos autores ubican en este pueblo, un antiguo templo visigodo de donde proceden las dos pilas de agua bendita que hoy exhibe su orgullosa iglesia parroquial. Brozas abre sus ojos a la historia en calidad de aldea de Alcántara como cabeza de la Encomienda Mayor de la legendaria orden de la cruz verde. Rancios linajes la escogieron como residencia para regentar vastas dehesas cuajadas de ganado vacuno y lanar, entre otros los Flores de Lizaur y la saga de los Ulloa. Este rancio pueblo, villa desde 1537, se jacta de ser la cuna de un puñado de figuras de renombre, entre las que destaca Francisco Sánchez de las Brozas, notable humanista del siglo XVI apodado “El Broncense”. Catedrático de la universidad de Salamanca, fue creador de la primera gramática general publicada en el mundo, con el nombre de Minerva. También se honra de ser la patria chica de Fray Nicolás de Ovando y Flores, comendador de Lares en la Orden de Alcántara y primer virrey de las Indias a instancia de los Reyes Católicos, así como del insigne autor teatral Casimiro Orta.

Sus ricas chacinas y jamones serranos encandilan a quienes lo catan, por no hablar de sus exquisitas tencas, ya sean fritas, escabechadas o al limón. Para hacer honor a estas viandas cuenta con un delicado vino blanco que es la envidia de la comarca. En los menesteres artesanos brilla con luz propia en la forja de hierro, la guarnicionería y los muebles artesanos. El 17 de enero celebra sus fiestas de San Antón con dulces ofrendas y el llamado baile del Cordón, donde los danzantes dibujan con sus pasos un singular trenzado geométrico.

Aún perviven en Brozas las calles estrechas y vericuetas, con reminiscencias hebreas. Relucientes de cal se suceden las casas bajas de ventanas recoletas que contrastan con las numerosas casonas solariegas que nos salen al paso. En una ancha plazuela resplandece la antañona morada de los Arguello-Carvajal con sus amplias balconadas de hierro forjado y coronadas por un soberbio escudo tallado en mármol que sobrepasa el alero del tejado. En su interior esconde un armonioso patio renacentista engalanado con galerías, arcadas y columnas. En la angosta calle que conduce a la iglesia sorprende al curioso otro noble palacio de precioso balcón esquinero y recios blasones, al que se suman, llenos de encanto y de muy variados estilos los del conde de Canilleros, de la Encina, el de los Arce, la casa de las Flores, la de los Tejada y la de los Bravos. De la primitiva fábrica de su castillo, asolado una y otra vez durante las guerras medievales, conserva pocos sillares pero hoy se alza altanero con dos lienzos de muralla y una puerta flanqueada por sendas torres redondas y avanzadas. En sus adentros quedan restos del segundo recinto y de la que fuera su imponente torre del homenaje. Queda constancia de que en el año 1413 el infante don Pedro lo derriba sin piedad en una de las encarnizadas batallas que sostiene con Juan II.

Exceptuando a la catedral de Coria, su iglesia de Santa María la Mayor no encuentra paragón en toda la diócesis. Con su estilo gótico e influencias renacentistas, se eleva al cielo con porte majestuoso y una espectacular portada principal enmarcada por dos pináculos y haces de pequeñas columnas entre archivoltas de filigrana y relieves angelicales. Un ventanal de medio punto corona el conjunto con los medallones de San Pedro y San Pablo en las enjutas, presidido por la imagen del Padre Eterno cobijada en una hornacina. Puertas adentro luce tres naves de esbeltas columnas asalmeradas que custodian nobles sepulcros, como el que descansa, en una de sus capillas, don Gonzalo Gutiérrez en mármol con gran minuciosidad. El otro templo que engalana la villa, bajo la advocación de los Santos Mártires, es también esbelto y armonioso. Desde uno de los ángulos de su fachada, la monumental imagen del Sagrado Corazón domina su pétrea mirada la quietud y relajo que se respira en ese bello pueblo cacereño.