martes, 13 de enero de 2009

MI CANTO DE EXTREMADURA

Desde la tierra profunda.

La que labraron mis viejos

Y regaron con sudores

Cada surco del barbecho.

Hasta la humilde espadaña

Donde la cigüeña anida

Y reposan las campanas

De bronce y hierro fundidas.

Hermanas de los cencerros

Y madres de las esquilas.

Las que llamaron a misa

A bodas y nacimientos

Y tañeron de dolor

Cuando sonaban a muertos.



Desde la humilde cabaña

La que cobija al cabrero.

Hasta el palacio ducal

Elevado en alto cerro

Con más trazas de castillo

Que de un hogar solariego.

Desde la agreste montaña

Donde se cría el rebeco

Las águilas poderosas

Los millares de conejos

La zorra y el jabalí

La serpiente y el vencejo.

Hasta la fértil llanura

Imponente en campo abierto

Hogar de la vieja encina

Con las piaras de cerdos

Las charcas y los regatos

Las manadas de borregos.

Desde la seca Siberia

A los pantanos inmensos

Donde navega la trucha

La tenca, el lucio, el cangrejo

Desde las Urdes a Zafra

Desde La Mancha a Alentejo

Cruzan miles de senderos

Caminos y carreteras

Veredas y vericuetos

Con posadas y mesones

Al servicio del viajero.

Es en esta tierra brava

Donde nacen mis ancestros

Los que me dieron el ser

El cuerpo y el pensamiento

Y las ganas de vivir

Y la fuerza de mis versos

Siempre hablando claramente

Como me enseñó mi abuelo.

Aquellas gentes de bien

Que ganaban el sustento

Paso a paso tras la yunta

Con el hocino o el liendro

Cosechando de la tierra

Con sudores de su cuerpo

El pan para hacer las migas

El tocino de los cerdos

Medio saco de patatas

Y un buen puñado de berros

Esas gentes que en domingo

Cepillaban el sombrero

Y con el traje de pana

Van de la plaza al paseo

Parándose en la taberna

Que es la diversión del pueblo.

Con cuatro vasos de vino

Un poco de pestorejo

Las fichas del dominó

El discutir de toreros

Así pasaban domingos

Los esforzados braceros

Aquellos que no conocen

Ni se preocupan por ello

Lo que pueda suceder

Mas allá de los confines

Que son las lindes del pueblo.

Aquellos que enamoraron

Mirándose en los espejos

De las orillas del río

Y los llorones de en medio

Le tapaban con sus ramas

Lo que sus fuertes deseos

Se derraban por la hierba

Guardándole los secretos

Esos hombres que miraron

Un triste día a su cielo

Y lo encontraron vacío

Sin esperanzas ni sueños

Por la avaricia del amo

Por la codicia del dueño

Y cargaron en sus espaldas

Solo lo que tenían puesto

Y marcharon a otras tierras

A otros horizontes nuevos

Dejándose muy dormidos

Sus más puros pensamientos

Tragándose la saliva

Muy amarga del destierro.

Esas gentes que emigraron

Que vaciaron los pueblos

Que se sintieron extraños

Que se sintieron ajenos

Que amontonaron sus cosas

En cuatro palmos de suelo

En cinturones de hambre

De los barrios periféricos.

Los que secaron sus ojos

En horizontes de hierro

Donde nunca se ve el sol

Donde no canta el vencejo

Ni anida la golondrina

Ni el azor levanta el vuelo

Sólo muros de hormigón

Sólo paisajes de acero.

Esos hombres que marcharon

Son ahora forasteros

En las ciudades que viven

Y aún en sus propios pueblos.


Allá en la tierra quedaron

Solamente cuatro viejos

Que se asoman al portal

Cuando oyen al cartero

Y se meten cabizbajos

En la habitación de adentro

Si la carta que traía

Hoy tampoco es para ellos.


En las plazas se pasea

Con su gran sombrero nuevo

El amo de aquellas tierras

El señoriíto del pueblo

El que mira descarado

Aquellos senos tan tiernos

De las niñas de uniforme

Caminando hasta el colegio

Y se le nubla la vista

De los mas turbios deseos.

Hoy despierta Extremadura

Tu honra no tiene dueño

Y voto a voto en la urna

Quieres escribir tu sueño

Para que tornen tus hijos

Todos cargados de nietos

Y que se escuchen los cantos

Y se se escuchen los ecos

Que en la nueva Extremadura

Todos tenemos un hueco

Donde aprender a luchar

Donde levantar el pecho

Donde escribir nuestra historia

Donde sentirse extremeño.

Los caminos se han tornado

En veredas de cemento

En carreteras de asfalto

En los raíles del viento


Ondean en Extremadura

Nuevas banderas al cielo

Nuevos sueños de colores

En los nuevos extremeños.

Es nuestras gentes sencillas

Las que besarán tu suelo

Las que llevan con orgullo

El sacro nombre extremeño

Los que merecen la gloria

Del despertar de tu sueño

En el cantar de tus campos

En las aulas del colegio

En los nuevos desarrollos

De nuestros nuevos inventos.


Ellos moverán la ruada

Del vehículo moderno

Ellos curaran heridas

Ellos serás nuestros médicos

Y enseñaran a los niños

Lo que vale un extremeño

Cuando le dejan pensar

O cuando pone el empeño

De conquistar otras tierras

Lejos, muy lejos, tan lejos

Ellos llevarán tu nombre

Lo sacaran del infierno

Y con la cabeza erguida

Dirán ¡ Yo soy extremeño!

Duro como el pedernal

Flexible como el acero

Y cuando se pone el caso

Tierno, muy tierno, tan tierno.

Amigo de los poetas

Que cantaron vuestro empeño

Con los versos de Valhondo

De Lencero y de Pacheco

Los que supieron poner

En los versos a sus sueños.

El alma de Extremadura

Aunque muchos no quisieron.


Hoy se levanta mi tierra

Como de un mal triste sueño

Y va gritándole al mundo

¡¡ AQUÍ ESTAN LOS EXTREMEÑOS!!


MI CANTO DE EXTREMADURA De Paco González

lunes, 5 de enero de 2009

NOCHE DE REYES


Caía la nieve
menuda y pausada,
cubriendo colinas y oteros y valles,
caminos y zanjas.

Tras de los cristales
en lujosa estancia,
una madre cantaba a su hijo
de brujas y magos
leyendas extrañas.

"¿Sabes -le decía,
mientras lo besaba-.
Esta noche es la noche de Reyes.

A las doce en punto
por los aires pasan,
y a los niños que son siempre buenos
les traen juguetes
de tierras lejanas.

Si pones tus botas
en esta ventana,
ya verás cuántas cosas en ellas
de los Reyes Magos
encuentras mañana".

"¡Ay, qué gusto!", decía el pequeño
batiendo las palmas.
Y en tanto su madre
en brazos le alzaba,
imprimiéndole un beso en la boca,
un beso nacido
del fondo del alma.

Caía, caía
la nieve pausada
cubriendo tejados, cubriendo faroles
y calles y plazas.

Tras de los cristales la madre y el niño
bajar lentamente
los copos miraban.

"Mamá -exclamó el niño-,
mira ése que pasa;
es un pobre que no tiene botas.
No podrá ponerlas
sobre su ventana,
y los Magos que traen golosinas
no van a dejarle
juguetes ni nada.

¿Le digo que venga?
¡Llámale tú, anda!

Tengo dos zapatos; le voy a dar uno,
y cuando los Magos
pasen por su casa
ya sabrán que allí duerme otro niño
y pondrán juguetes
de tierras lejanas..."

Manuel Lassa y Nuño.

sábado, 3 de enero de 2009

Los Reyes Magos

Los Reyes Magos forman parte del espíritu de la Navidad, del reencuentro familiar, simbolizan cada año la importancia de los niños. La fuerza de los hombres y mujeres de buena voluntad hace que cada año revivan en nuestros corazones, y con una gran ilusión nos convirtamos en magos. Todos somos reyes magos.

Nacido, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en oriente y hemos venido a adorarle. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.

Melchor (Magalath), anciano de blancos cabellos y larga barba del mismo color, procedente de Europa; Melchor entrega la mirra, La mirra es una sustancia rojiza aromática que es común en medio oriente y Somalia. Era muy valorada en la antigüedad para la elaboración de perfumes. La mirra es el símbolo del hombre.

Gaspar (Galgalath), el más joven y rubio de los tres reyes magos procedente de Asia. Gaspar entrega el incienso, El incienso es una preparación de resinas aromáticas vegetales, a las que se añaden aceites de forma que al arder desprenda un humo fragante y un olor característico. El incienso en el símbolo de Dios. En muchas religiones el incienso se utiliza en los ritos religiosos.

Baltasar (Serakin), de raza negra, procedente de África, Baltasar entrega el oro, el más precioso de los metales. El Oro es el símbolo del Rey.

La descripción de los tres reyes magos fue hecha en el siglo XIV por un monje benedictino Beda.


Los tres Reyes Magos


Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.

Vengo a decir: la vida es pura y bella.

Existe Dios. El amor es inmenso.

¡Todo lo sé por la divina Estrella!

Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.

Existe Dios. Él es la luz del día.

La blanca flor tiene sus pies en lodo.

¡Y en el placer hay la melancolía!


Yo soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro

que existe Dios. Él es el grande y fuerte.

Todo lo sé por el lucero puro

que brilla en la diadema de la Muerte.

-Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos.

Triunfa el amor, y a su fiesta os convida.

Cristo resurge, hace la luz del caos

y tiene la corona de la Vida.

Rubén Darío