jueves, 28 de febrero de 2008

LO LLEVO EN MI MENTE

Me encanta esta poesía de Miguel Ángel Luengo Tarrero. En mi opinión retrata Extremadura a la perfección.

Dehesa y jara,
tomillo y brezo,
aceituna y paja,
roble y cerezo.

Anochecer rojo,
camino y polvo,
olivo y rastrojo,
cigüeña y cuervo.

Alcornoque y corcho,
laurel y vino,
migas y gazpacho,
castaño y pino.

Pradera dorada,
negro torino,
almazara y molino,
trigo y cebada.

Pimentón y tabaco,
vega y berrocal,
jabalí y berraco
abrevadero y manantial

Trincaya y tasajo,
flauta y tamboril,
guindilla y ajo,
guardilla y burril.

Secadero y gorriones,
segurejas y arados,
iglesias y torreones,
ríos apantanados.

Pizarra y granito,
adobe y piedra,
helecho y eucalipto,
nieve de la sierra.

Alcazaba y castillo,
portales de plaza,
chicharra y grillo,
trigo y calabaza.

Puchero y morcilla,
cantueso y miel,
roscón y perronilla,
balaustre y clavel.

Rondeña y enagua,
mantilla y guitarra,
bellota estremeña,
gloría y pitarra.

Adobo rojo,
aceituna negra,
el torino mojo,
sementera y siega.

Coto de caza,
trucha de sierra,
pilón de plaza,
parral e hiedra.

Aguila y buitre,
jaca y burrino,
cabra de monte,
atajo y camino.

Lo llevo en la mente
todito metido,
lo llevo siempre
bien escondido.

Y cuando la ausencia
y la lejanía
me producen nostalgia
de la tierra mía,

abro mi mente
y busco estas cosas
para escribir simplemente,
un poema, como este.

Miguel Ángel Luengo Tarrero

martes, 26 de febrero de 2008

Mérida

Probablemente sea Mérida, la orgullosa capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura y sede de su Presidencia, de su Junta y de su Asamblea Regional, uno de los pocos lugares del mundo donde todavía es posible observar con claridad el trazado de una ciudad romana en su totalidad, una ciudad cuya grandeza y esplendor han presidido este lugar desde tiempos muy remotos. Su origen se remonta a los tiempos del imperio romano, cuando el Emperador Augusto, en el año 15 antes de Cristo entregó la zona a soldados licenciados como gratificación por su buen trabajo en las guerras cántabras. Así se creó Augusta Emerita.

El esplendor de Mérida durante la época romana queda patente en su conjunto artístico, de incalculable valor histórico, actualmente solo inferior al de Roma. Fueron su situación estratégica en la ruta de la Plata y sus fértiles tierras, situadas en la vega del Guadiana, lo que provocó este rápido e increíble ascenso, que le proporcionó el título de capital de la antigua Lusitania.

Más tarde, durante el periodo de dominio visigodo, Mérida tampoco disminuyó en prosperidad, sino que aún continuó siendo uno de los lugares más relevante de toda España en cuanto a poder político y económico. Una prueba de ello son los vestigios de esta etapa que aún conserva. Durante la invasión musulmana comenzó el ocaso. En 713 fue conquistada por el moro Muza y, en esta época, sus habitantes todavía se resistían a permanecer bajo el dominio de Córdoba, de modo que protagonizaron sangrientas revueltas. Como castigo, y ante el temor a que la brillante ciudad llegara a lograr su objetivo, se trasladó la capital a Badajoz, relegando a Mérida a un segundo término.

En 1228 se produce la reconquista de la mano de Alfonso XI de León y de Galicia, quien cede la villa a la Orden de Santiago. A raíz de aquello Mérida ya no protagonizaría ningún hecho de importancia en el resto de su historia, salvo algunos pequeños capítulos, ya en la Edad Contemporánea. L gloria vivida durante el imperio romano jamás se repetiría.

En la actualidad Mérida está siendo objeto de una constante recuperación, sobre todo a partir del año 1983, fecha en que fue declarada capital de Extremadura y obtuvo el título de Patrimonio de la Humanidad, concesiones que están suponiendo un importante impulso para la que fue, en otro tiempo, la mayor gloria del imperio romano en nuestro país.

Además, en ese fructífero intento de recuperación de la ciudad romana española por excelencia, se celebra, año tras año en verano, un festival de teatro de gran importancia internacional, cuyas manifestaciones no se reducen a la representación de obras de teatro clásicas, si no que éstas se alternan con conciertos sinfónicos, danza, ópera y otras actividades culturales que se ven favorecidas en buen grado por las condiciones acústicas del antiguo teatro romano, cuidadosamente recuperado tras haber desaparecido en el siglo XVIII. Entonces se construyó una plaza de toros con sus gradas.

Este magnífico monumento, que por sí solo sería capaz de evocar la inmensa gloria y esplendor de Mérida en sus remotos tiempos de Augusta Emerita, fue mandado construir por el yerno de Augusto, gran benefactor de la ciudad. Con un aforo para cinco mil personas, el teatro romano de Mérida está dispuesto en un graderío semicircular, repartido en tres sectores, con una zona para la orquesta y un maravilloso escenario con columnas corintias ornamentado con estatuas que son copias exacta de las originales, bien guardadas en el Museo Nacional de Arte Romano, actualmente junto al teatro, pero que en su origen, en 1833, se encontraba ubicado en el Convento de Santa Clara. Este museo alberga una gran colección de enorme interés de la etapa de esplendor de Augusta Emerita. Su visita es imprescindible. Contiguo al Teatro y formando parte de este conjunto, se haya el anfiteatro, pieza clave del arte romano, destinado a luchas entre gladiadores y peleas de fieras. Este grandioso monumento que, según su inscripción, data del año 8 antes de Cristo, es un conjunto compacto, enorme, pues sus materiales de construcción son, en su mayor parte, mampostería y hormigón. Su inmensa capacidad, quince mil personas, nos sirve de referencia para hacernos una idea aproximada de sus dimensiones. Tiene una gran semejanza con el anfiteatro de Itálica, en Sevilla, y con el construido en Tarragona, la famosa Tarraco Augusta.

Junto al teatro y al anfiteatro se encuentra una cripta cuya contemplación nos transporta irremediablemente a los tiempos de la antigua Roma, allí podemos encontrar auténticas tumbas, restos arqueológicos y muchos otros vestigios que suponen para el visitante una aproximación a lo que llegó a representar el gran imperio.

Para terminar con este magnifico conjunto, se conservan en el mismo lugar las ruinas del circo romano, construido probablemente hacia el siglo I antes de Cristo. Este monumento, cuya arena destinada en su origen a las competiciones tiene una extensión de treinta mil metros cuadrados, es el único de estas características que existe en toda España. La ciudad conserva un arco dedicado al emperador Trajano cerca de otro monumento romano, el templo de Diana. Ambas construcciones se encuentran rodeando la plaza de España. El puente romano, construido en tiempos de Augusto, tenía gran utilidad en la época pues, unido a otros puentes de menor envergadura, canalizaba el agua procedente del río Guadiana.

A pesar de que todo este conjunto es lo más representativo del lugar, Mérida también posee otros monumentos que no carecen de interés artístico, herencia tanto del imperio romano como de caballeros santiaguistas y sus pobladores musulmanes y visigodos.

De la etapa musulmana, el edificio más característico es la Alcazaba, que está considerada como la construcción árabe más antigua de nuestro país. Su fundación por Abderramán II en el año 835 fue realizada para apaciguar las continuas revueltas de la población emeritense. Este edificio fue utilizado con posteridad por los caballeros de la Orden de Santiago, quienes lo modificaron en gran parte, aunque sus trabajos no restaron belleza a la construcción inicial, de la que aún se conservan las torres, la muralla y algunas interesantes pinturas.

En cuanto a la iglesia de Santa Eulalia, fue construida en los siglos XIII y XIV sobre una basílica fechada un milenio antes, y es por ello que existe una original mezcla de estilos arquitectónicos que comienzan con el romano, pasan por el visigótico y culminan en el gótico. Existe en este templo una pequeña capilla dedicada a Santa Eulalia en el lugar donde según la leyenda, hoy prácticamente aceptada, fue martirizada. Esta capilla se levantó sobre unas ruinas de un santuario en honor del dios romano de la guerra, Marte, de ahí que aparezca en la capilla una prolífera ornamentación romana. Por último, el convento de Santa Clara, anterior sede del Museo Arqueológico, alberga una importante colección de arte visigodo. No obstante, carecería de sentido enumerar los monumentos de la ciudad sin hacer justicia al importantísimo papel desarrollado por los habitantes de esta dinámica capital extremeña, auténticos protagonistas de su presente. Ellos son los responsables últimos, y no los históricos restos de otras culturas diseminados por la ciudad, de que las sensaciones que evoca en el visitante este lugar, definido con acierto como el santuario romano español, resulten por completo inolvidables.

sábado, 16 de febrero de 2008

La nueva Extremadura

Siempre he oído decir, Extremadura esa gran desconocida. Yo no creo que Extremadura sea desconocida, para mí es que es mal conocida. Me he dado cuenta por una conversación que escuché después de las vacaciones, un chica le comentaba a otra que había estado en Extremadura. ¡Nunca lo hubiera pensado! Extremadura es muy maja, yo pensaba que era un desierto con un calor insoportable, y no es así, tiene un paisaje precioso. Claro que según dijo había estado en el norte de Extremadura. Sea como sea, el norte tiene más vegetación y pueblos muy bonitos, pero la provincia de Badajoz tiene un encanto especial.

No comprendo por qué, Extremadura está tan mal considerada, cuando hablas con gente de la calle, ves que tienen una idea completamente equivocada sobre ella. He leído cosas que en el pasado quizás fueran así, pero creo que desde que Francisco Gregorio de Salas escribió su Décima a Extremadura, las cosas han cambiado completamente. ¿Tendremos la culpa los extremeños por que no damos a conocer la Extremadura actual?

Una bonita poesía de una extremeña, Encarna Jiménez de la Cruz

EN LA NUEVA EXTREMADURA, HOY YA ES MAÑANA

Al calor de la candela
se alimenta la esperanza
de una Extremadura libre
que a pasos firmes avanza.

Amanece un nuevo día
hoy mi pueblo se despierta,
ya se acabó su agonía,
dejó de dormir la siesta.

Es la nueva Extremadura,
su gente se despereza,
los hijos de la ilusión
los ha parido esta tierra.

Coronada está su frente
de grande y brava hazaña,
esta Extremadura nuestra
lleva la frente muy alta.

Son gallardos y arrogantes,
no comulgan con ruedas,
no ha nacido quien le ponga
yugos a esta casta nueva.

Son los nietos de Pizarro,
de Cortés, de los que fueran
los grandes conquistadores
que conquistaron América.

Y tienen las manos duras
y las mentes bien despiertas,
ya no luchan como antaño,
hoy se lucha en las escuelas.

En busca de nuevas glorias
sin lanzas y sin espadas,
conquistando con cultura,
con arte, verso y palabra.

Con los libros y la mente,
la universidad, las letras,
para presente y futuro
se preparan a conciencia.

La nueva generación
sigue avanzando con fuerza,
conquistando en otros campos
con el saber y la ciencia.

Con pinceles, con la pluma,
con libertad y entereza,
con el cincel y prestigio
hoy se traspasan fronteras.

La nueva generación
tiene coraje y destreza
y va labrando con prisa
para ponerse en cabeza.

Hoy se prevé un futuro
con la savia renovada
¡Pisa fuerte por los siglos
porque hoy…ya es mañana!

viernes, 15 de febrero de 2008

JARANDILLA DE LA VERA



Jarandilla tiene aún presente que Carlos I residió en su castillo desde el día 12 de noviembre de 1556 hasta el 3 de febrero del año siguiente, mientras se habilitaba el Monasterio de Yuste para su retiro. Había partido de Laredo el 6 de octubre, atravesó Medina de Pomar, Valdestillas, Medina del acampo, Horcajo de la Torre, Alaraz y Tornavacas. A Guijo de Santa Bárbara (el pueblo más alto de toda la comarca de la Vera, que suministraba frambuesas para el actual monarca) llegó exhausto, y los cinco kilómetros que le separaban de Jarandilla los recorrió “transportado a hombros por recios y fuertes jóvenes del Guijo y Tornavacas”. Cuando el Emperador preguntó cómo pagarles, éstos respondieron: “Con un pellejo de vino”.

El suntuoso palacio-castillo que levantaron los condes de Oropesa a principios del siglo XV es hoy el parador nacional de turismo Carlos V.

Dominando la villa desde un altozano se alza con planta rectangular y almenadas torres, doble recinto amurallado, cubos, puentes levadizos y un soberbio patio de armas. Entre bellos artesonados y viejos tapices se come a cuerpo de rey con vinos de la tierra, Montánchez, Ahigal o Malpartida. Frite, caldereta, águila de la tierra en salsa, sopas engañadas, truchas a la Jarandillana con jamón y pimientos de la Vera o tortilla de espárragos trigueros se ofrecen como menú. En otros templos hosteleros se agasaja al visitante con el afamado cabrito de La Vera, sopas de tomates, migas, buen jamón, queso y vino de pitarra.

La llamada Vera Alta se extiende sobre la falda de Gredos desde Tejada del Tiétar hasta Jarandilla, centro geográfico e histórico de la comarca. Flanqueada al oeste por la garganta de Jaranda –que da vida a una piscina natural- y al este por la del Cristo, respira aire serrano a 585 metros de altura. Rancias casas de balcones veratos en madera y forja amueblan sus calles rectas, largas y en pendiente. Con más de tres mil habitantes rige la vida administrativa de La Vera, alberga un centro de fermentación de tabaco y una Universidad de Verano desde principios de los años ochenta, instalada en el edificio de la Fundación La Soledad y San Manuel. Su picota se yergue frente a la ermita de la Virgen de Sopeltrán con el escudo jaquelado y las cinco hojas de higuera de la casa de Oropesa. El derruido convento de San Agustín, visitado por San Pedro de Alcántara y Carlos I camino de Jarandilla, reposa a orillas de la impetuosa Jaranda, a dos kilómetros de la villa.

Con los romanos será Municipium Flavium Vicertorium y entre los árabes, Xarandiella. En la segunda mitad del siglo XIII, Alfonso VIII funda la villa de Jarandiella bajo jurisdicción de Plasencia. Poco después pasa a la Orden del Temple, que construye una fortaleza que desde el siglo XV se erige en iglesia de Santa María de las Torres. Conserva la torre original del siglo XII, deforma semicilíndrica y con dos torreones cuadrados de gemelos ventanales. El rey Alfonso IX de León la recupera para su corona, y en 1369 Fernando III el Santo la devuelve al yugo placentino. A finales del siglo XIV Enrique II se la dona a don García Álvarez de Toledo, Maestre de la Orden de Santiago. Tras renunciar a este cargo ostentará el señorío de la casa condal de Oropesa, cuyos dominios traspasaban la sierra para alcanzar Tornavaca y su puerto, e incluso Jerte. Sus descendientes se entroncan con los duques de Alba y de Frías, y en 1599 Carlos II eleva la villa a marquesado.

La fiesta llamada “los Escobazos” se celebra la víspera de la Inmaculada, pero con antelación los jóvenes salen al campo en busca de retama, que por estas tierras se llaman escoberas. Una vez secas se atan en haces o escobones y al atardecer del 7 de diciembre acuden con ellos a la plaza Mayor, donde una vez encendidos tienen lugar una batalla campal a escobazos limpio. Sobre las nueve, un cortejo ecuestre se concentra junto a la escalinata de la portada gótica de Santa María de las Torres en espera del que porta el estandarte de la Inmaculada Concepción. Tras lanzar vivas a la Virgen empieza la procesión de los Escobazos, que con los escobones prendidos recorre las calles sembradas de hogueras mientras se entonan canciones de rancia tradición. El jueves anterior a la Asunción, lo jaradillanos festejan a la Virgen de Sopetrán. La imagen descansa en una bonita ermita de sillares de piedra del siglo XVI con planta de cruz latina y pórtico de tres arcos, y desde allí se traslada en procesión a la iglesia. Delante de la Virgen doce danzarines bailan de espaldas, sin perderle la cara a su patrona, ataviados con blusa y pantalón blanco, pañuelo en la cabeza y cintas de colores. Por la tarde la agasajan con un ofertorio y un refrigerio para todos a base de jamón y vino. El 14 de septiembre se festeja con romería al Santísimo Cristo de la Caridad, llamado popularmente el Cristo del Cincho, la amplia vega donde crían sus plantaciones de tabaco y pimiento. Acariciada por la suave brisa de la sierra de Gredos, Jarandilla hace añicos el tópico de la Extremadura polvorienta de encinas y alcornoques.

viernes, 8 de febrero de 2008

San Valentín

En el tiempo en que vivió San Valentín, en el cual la religión cristiana estaba perseguida, él, a escondidas, casaba a las parejas bajo el ritual de la Iglesia. Algunos creen que es una fiesta cristianizada del paganismo, ya que en la antigua Roma se realizaba por este tiempo la adoración al dios del amor, cuyo nombre era Eros y a quien muchos simpáticamente le han pasado a llamar Cupido. También, y hace muchos siglos, fue tradicional en Inglaterra (se calcula que en los siglos XVII y XVIII) la "fiesta de los valentines", donde se elegían a hombres y a mujeres para formar pareja. Sea como fuese, San Valentín es el patrón de todos los enamorados y de todas aquellas personas que quieren tener a una amiguita o a un amiguito para que les acompañe no solamente en ir al cine, a la discoteca o bien a cenar, sino también para formar una familia "ser felices y comer perdices".

Los centros comerciales aprovechan para hacer del 14 de febrero un dia de consumismo.

Regalar flores es una excelente manera de expresar lo que hay en nuestro interior, sin perder los detalles y en lo cual no se tiene que gastar mucho dinero

Teniendo en consideración las raíces históricas, existe un lenguaje popular asociado a las flores y una alternativa para cada ocasión. La rosa roja es sinónimo de pasión y amor correspondido, la amarilla de celos, la blanca de miedo y pureza, la rosada de indecisión; la camelia blanca de amistad incambiable, la de color rosa, cariño. Otros ejemplos: la margarita blanca simboliza inocencia y pureza, por lo que está relacionada con la niñez; la gardenia significa alegría; la flor de azahar, castidad; el tulipán, amor desesperado si es de color amarillo y una sutil declaración de amor si es rojo; el clavel significa distinción y nobleza, y el lirio, inocencia, pureza y alegría.

La orquídea: Del romanticismo de la rosa, con toda su historia detrás, hemos pasado en nuestro siglo a la sensualidad de la orquídea que con sus corolas carnosas incita más al deseo sexual que a la poesía amorosa. Ya su nombre, que procede del griego, nos da una pista: la palabra orquídea procede del vocablo griego "orchis" que significa "testículos". Vamos, que la florecita... No se anda con rodeos. La flor crece de forma salvaje en muchos lugares.

Además, el mensaje cambia en función de si la flor está abierta o en botón y la posición en que se ofrece. De esta manera, una flor, que por regla general, expresa todo el amor de una persona hacia otra, si se entrega con el tallo hacia arriba significa puñalada trapera.

Por todo ello, las flores no se pueden regalar a la ligera, ya que hay que considerar tres aspectos: lo que representa cada una, qué es lo que queremos comunicar y cuál es la flor preferida de la persona a la que se la vamos a regalar. Asimismo, a la hora de comprar flores, debemos tener muy en cuenta el color de las mismas, ya que los colores provocan ciertas actitudes y emociones que afectan a lo más profundo de la psique humana.

Asimismo, regalar flores es una excelente manera de expresar lo que hay en nuestro interior, sin perder los detalles y en lo cual no se tiene que gastar mucho dinero, y aunque su duración no es permanente, la intención, la dedicación y el cuidado al seleccionarlas se quedan para siempre.

Un hombre de noble corazón irá muy lejos, guiado por la palabra gentil de una mujer. Johann Wolfgang Goethe

Te extraña mi corazón
de mi sueños visitante
en la mente cada instante
dulce dama de ilusión

Y fue un asunto informal
una mesa de comidas
allí supe de la vida
del pleno sol y genial

Me sorprendió la sonrisa
esa amiga tan ausente
porque si dijo presente
charlamos todos sin prisa

Hoy caminas a mi lado
eres compinche y compañera
un sentir de enamorado
ningo

martes, 5 de febrero de 2008

GALISTEO

Galisteo se acurruca sobre sí mismo amparado por sólidos muros en el norte cacereño, a medio camino entre la Vega de Coria y la monumental villa de Plasencia. Las aguas del río Alagón penetran en la Alta Extremadura desde tierras salmantinas alimentando las fértiles vegas a su paso sobre ondulantes tierras expuestas desde hace siglos a un sol implacable. En el término de Galisteo el gozoso Jerte, en cuyo espejo se mira la villa cuando pasa bajo su granítico puente del siglo XV, acude a su encuentro tras regar El Valle dando vida al embalse de Valdeobispo. El milagro se materializa en feraces huertas de regadío donde se cultiva tabaco, maíz, algodón y pimiento, y en ricos pastos salpicados de rebaños de ovejas y cabras que forman parte del paisaje, como las piaras de cerdos, siempre en torno a la emblemática encina extremeña. Las tencas y los barbos son habituales en sus charcas y ríos, mientras que perdices y codornices surcan su cielo para deleite de expectantes cazadores.

Cuando empieza el mes de noviembre se reúnen los treinta y tres cofrades (tantos como años pasó Cristo en la tierra) que forman la cofradía del Niño Jesús, fundada en 1460. Ensayan un auto navideño dedicado al nacimiento de Jesús que representarán en la plaza del pueblo el día de Navidad. Se trata de un poema dramático de doce coloquios del teólogo del Sacramonte granadino Gaspar Fernández y Avila. Este acto forma parte de su famosa fiesta de Las Rajas, que se celebra los días 24 y 25 de diciembre.

Con cerca de dos mil habitantes, la rancia villa, de belicoso aspecto, se alza sobre un cerro en un intento de asomarse a las aguas del Jerte, cosa que consigue, a pesar de la distancia que los separa. De este río sacaron pacientemente los almohades en el siglo XIII toneladas de cantos rodados para levantar la soberbia muralla que envuelve a la población. Su originalidad la hace única. No es posible encontrar una obra de ingeniería militar de esta envergadura en ningún rincón del planeta. El protagonismo de este pueblo cacereño se inaugura como fortaleza árabe y en aras de su estratégico emplazamiento. Los musulmanes se escudaron en una poderosa arquitectura militar con la que resistir el avance cristiano hacia Andalucía, y construyeron un castillo en Galisteo con esta misión defensiva.

Pero a ellos también se debe la introducción del almendro y de la higuera en tierras extremeñas, la explotación corchera del alcornoque y el florecimiento del comercio a través de una vasta red de mercados. En el siglo XII y tras conquistar Coria, Alfonso XI expulsa de Galisteo a su último alcalde moro, Mohamed Mubio Kcihk, representante del reino de Taifa. En 1268 Alfonso X el Sabio cede la plaza a su hijo el infante don Fernando de la Cerda y más tarde Sancho IV a su hermano Pedro. En 1429 Juan II se la otorga en señorío a don García Fernández Manrique, conde de Castañeda y Osono. Galisteo conoce años de esplendor, aunque cae en manos de los dilapidadores duques de Arco y Montellano.

Sobre su encalado caserío se yergue la figura parda de la que fuera en el medievo su rancia fortaleza templaria, levantada en el siglo XIV sobre los cimientos del primitivo alcázar musulmán. Tras arrebatar Mérida a los musulmanes en 1229, Alfonso IX se compromete en el castillo a entregar ciertos dominios a la Orden de Santiago a cambio de Cáceres. Su carismática silueta bélico-religiosa, coronada por un chapitel piramidal, de divisa desde muy lejos. Las casas se apiñan pegadas a la muralla, ahorrándose un muro y metiendo en sus hogares un pedazo de sus más remotos ancestros. La iglesia de la Asunción también engalana su casco urbano con un bellísimo ábside mudéjar, y el insigne palacio de los marqueses de Lara del siglo XV aporta su nobleza.

A tiro de escopeta de Galisteo y en dirección hacia el corazón de la provincia, donde los ríos Tietar y Tajo se hermanan, Monfragüe es excursión obligada si se quiere contemplar la naturaleza extremeña en todo su esplendor. En 1979 se declara Parque Natural y alberga 18.000 ha de belleza en bruto. Las tierras de mote Fragoso (Monsfragorum para los romanos) jugaron un papel relevante en la Reconquista, en la que tuvo un notable papel el castillo de torres desmochadas que preside sus dominios. Hasta esta recia fortaleza trajeron los Templarios desde Palestina la imagen de la Virgen de Monfragüe, una exquisita talla bizantina del siglo XII. Hoy se venera en la ermita de su nombre, en lo alto de la sierra. Desde su atalaya se asiste a un espectacular despliegue de vida perfumado de romero, jara, brezo y espliego. La puesta de sol invade de mágica luz sus encinas, alcornoques, acebuches, quejigos, junto con fresnos, alisos y madroñeras. Águilas imperiales y buitres leonados sobrevuelan Monfragüe, que aloja la colonia de buitres negros más numerosa del mundo.

Galápagos, nutrias y turones se debaten en sus aguas con patos reales y garzas, mientras que ciervos, jabalíes, y linces comparten se hábitat.