La granada es una fruta que se consume poco. Es una fruta de otoño que se no se ve normalmente en las fruterías, solamente se ven unos días antes y después de todos Los Santos. Al leer una poesía de Lorca dedicada a la granada, he sentido curiosidad  por saber algo de esta fruta, hay un refrán que dice, “Granada madura, tentación segura”.  Originaria de Asia, su historia se remonta a varios siglos antes de Cristo. Los árabes fueron los que la introdujeron en España, los griegos consagraron sus semillas a la diosa del amor Afrodita, ya que consideraban que tenía propiedades afrodisíacas llegando a creer que Venus la regalaba a sus fieles más devotos.
  La granada contiene unas 65 cal. /100 gr., es rica en pectina, tanino, antioxidantes, flavonas, fibra, vitaminas E, C, B1, B2, B3, B9, fósforo, cobre, hierro, cinc, calcio y muy rica en manganeso y potasio. Dicen que tiene efectos favorables para aliviar el asma, la fiebre, las enfermedades cardiovasculares, también evita la retención de líquidos, la flatulencia, ayuda a combatir la hipertensión, la anemia ferropénica, los parásitos intestinales, la arteriosclerosis, y el exceso de ácido úrico y muchas más cosas. Como se ve es muy beneficiosa para la salud, personalmente a mi me gusta, si no la como es por lo fastidiosa que es de pelar y desgranar, aunque después de leer sus propiedades creo que merece la pena la molestia.
   
  Federico García Lorca  
  
Canción oriental
  
(La Granada)
  
 
  
 
  
Es la granada olorosa
  
un cielo cristalizado.
  
(Cada grano es una estrella,
  
cada velo es un ocaso.)
  
Cielo seco y comprimido
  
por la garra de los años.
  
La granada es como un seno
  
viejo y apergaminado,
  
cuyo pezón se hizo estrella
  
para iluminar el campo.
  
Es colmena diminuta
  
con panal ensangrentado,
  
pues con bocas de mujeres
  
sus abejas la formaron.
  
Por eso al estallar, ríe
  
con púrpuras de mil labios...
  
La granada es corazón
  
que late sobre el sembrado,
  
un corazón desdeñoso
  
donde no pican los pájaros,
  
un corazón que por fuera
  
es duro como el humano,
  
pero da al que lo traspasa
  
olor y sangre de mayo.
  
La granada es el tesoro
  
del viejo gnomo del prado,
  
el que habló con niña Rosa
  
en el bosque solitario.
  
Aquel de la blanca barba
  
y del traje colorado.
  
Es el tesoro que aun guardan
  
las verdes hojas del árbol.
  
Arca de piedras preciosas
  
en entraña de oro vago.


  
La espiga es el pan. Es Cristo
  
en vida y muerte cuajado.

  
El olivo es la firmeza
  
de la fuerza y el trabajo.

  
La manzana es lo carnal,
  
fruta esfinge del pecado,
  
gota de siglos que guarda
  
de Satanás el contacto.

  
La naranja es la tristeza
  
del azahar profanado,
  
pues se torna fuego y oro
  
lo que antes fue puro y blanco.

  
Las vides son la lujuria
  
que se cuaja en el verano,
  
de las que la iglesia saca,
  
con bendición, licor santo.

  
Las castañas son la paz
  
del hogar. Cosas de antaño.
  
Crepitar de leños viejos,
  
peregrinos descarriados.

  
La bellota es la serena
  
poesía de lo rancio,

  
y el membrillo de oro débil
  
la limpieza de lo sano.
  
Mas la granada es la sangre,
  
sangre del cielo sagrado,
  
sangre de la tierra herida
  
por la aguja del regato.
  
Sangre del viento que viene
  
del rudo monte arañado.
  
Sangre de la mar tranquila,
  
sangre del dormido lago.
  
La granada es la prehistoria
  
de la sangre que llevamos,
  
la idea de sangre, encerrada
  
en glóbulo duro y agrio,
  
que tiene una vaga forma
  
de corazón y de cráneo.
  
¡Oh granada abierta!, que eres
  
una llama sobre el árbol,
  
hermana en carne de Venus,
  
risa del huerto oreado.
  
Te cercan las mariposas
  
creyéndote sol parado,
  
y por miedo de quemarse
  
huyen de ti los gusanos.
  
Porque eres luz de la vida,
  
hembra de las frutas. Claro
  
lucero de la floresta
  
del arroyo enamorado.
  
¡Quién fuera como tú, fruta,
  
todo pasión sobre el campo!