sábado, 1 de noviembre de 2008

Día de los Fieles Difuntos

Día 2 de noviembre día de los Fieles Difuntos. Con esa facilidad que al parecer tenemos para imitar las cosas de otras personas, y otros países, cada vez hay más gente aquí en España que celebran Halloween. Admitiendo que es más divertido, pienso que para eso ya tenemos el Carnaval y otras fiestas, es una pena que nos dejemos arrastrar por todo lo que nos viene de fuera.

¿No nos estamos convirtiendo en una simple copia de otros países? ¿No estamos perdiendo nuestras propias costumbres y nuestra identidad? Creo que es hora de que dejemos de considerar que todo lo de fuera es mejor que lo nuestro, y mantengamos nuestras tradiciones.

La iglesia católica ha dedicado el mes de noviembre a honrar la memoria de nuestros seres queridos. Por eso, durante este mes se honra a los difuntos en cada parroquia, ya sea rural, ya sea urbana, para eso hay un día especial el día dos, día de los difuntos. Tiempo adecuado, se acaba la poesía otoñal, muchos árboles se quedan sin sus hojas y la vegetación parece adormecida. El cielo de noviembre es gris, el sol tiene poca fuerza y si no fuera por los árboles de hoja perenne se diría que la naturaleza muere.

Así se compagina mejor la tristeza del ambiente con la conmemoración de los difuntos. Son, por lo tanto, días de ruego personal y comunitario, de penitencia en sufragio de nuestros difuntos. Y son días para pensar en que nuestra estancia en este mundo es también provisional.

Los Camposantos que se llenan de flores. Lo que cada uno de nosotros guardamos en nuestra memoria cada día del año lo sacamos afuera y lo hacemos en un grito unánime de expresión colectiva.

Se hacen palpables el respeto, el dolor y el consuelo, en cada ofrenda que se rinde a quienes queremos y seguiremos queriendo siempre.

A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.



Aquellos que nos han dejado

no están ausentes,

sino invisibles.

Tienen sus ojos

llenos de gloria,

fijos en los nuestros,

llenos de lágrimas.


San Agustín


Epitafio de las Termópilas. (Traducción aproximada de Simónides de Ceos, Poeta griego.


En este lugar sagrado,

donde todo es sombra inerte,

aqui reside la muerte,

envuelta en triste sudario,

aqui termina el calvario,

de la humana criatura,

un soplo la vida dura,

y al acabar de existir

todo viene a sucumbir,

a una triste sepultura.


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