jueves, 17 de julio de 2008

El extremeño

El extremeño Estremeñu o Castúo, como le llamó el poeta extremeño Luís Chamizo Trigueros, cuando en 1921 publicó su libro de poemas El Miajón de los Castúos en el que intentaba reflejar el habla rural y se define como castizo, mantenedor de la casta de labradores que cultivaron sus propias tierras.

Hace ya muchos años, que los extremeños ya no hablan así, yo desde luego no he conocido a nadie que hable de esta manera, aunque aun se conservan algunas palabras sueltas y diferentes según la zona. Desde que Luís Chamizo publicó El Miajón de los Castúos, un grupo de autores cultivan esta escuela literaria, que trata de encontrar la esencia de la identidad del pueblo extremeño.

¿Existe realmente un dialecto extremeño? Leyendo a Gabriel y Galán y Luís Chamizo, se ve una diferencia de escritura con los escritores regionalistas actuales. Yo creo que en Extremadura lo que existe es una pronunciación y una entonación diferente, pero no se puede hablar de dialecto, para hablar de dialecto, tendríamos que hablar y escribir de otra manera, y los extremeño hablamos el español con sus particularidades, y escribimos en el mismo idioma pero sin esas particularidades.

A mi me encanta leer poemas en extremeñu, y esta bien que se mantenga como parte de nuestra cultura.

Soy una ignorante en esta materia, por eso me sorprende ver unas diferencias grandes entre unos escritos y otros en estremeñu. Por ejemplo estos de J.L.C.Gómez y Jose Ramirez Lopez Uria.


Nada como el Badajog

qu’antaño hemog conocío,

lag egcursioneg a Caya

y lag girag junto ar río.

¡Aqueyag eran zagalag

y aqueyog eran amigog!

J.L.C.Gómez


MERIDA

En el tanto que vos hablo

me he dio gorviendo serio,

y me he dejao de gromas,

y jasta grave me he puesto,

porque mis señores gustan

de que vaya sacudiendo

ese pelo de la jesa

que llevaba en otros tiempos;

y porque habiendo viajao

tanto como vos refiero

unas miajas se pegan

de los hombres de celebro,

y echamos otro caraite,

y acabamos por jacenos

a la mano otras palabras

que las del lenguaje nuestro.


Además: que ya llegamos

a Mérida; y que tenemos

a la vista cachivaches

y cosas de tanto mérito

que no juera sido justo

andase con poco tiento.

¡Si habierais visto, zagales!

¡Qué gorpe de más efeto!

¡Llegá de plonto a unos llanos

pelaos y jasta feos

y encontrarvos las ruinas

metías en un bujero!


¡Eso sí que eran trabajos!

¡Qué anfitreato, mi agüelo!

Las plazas menumentales

que agora están construyendo

no deben ser más hermosas

ni deben tené más rueo.

¡Y vaya cachos de piedra

pa que las moviera el viento!

¡Fuera curioso enterase

de qué jorma las trujeron!


Estas cosas que vos igo

Son de tiempos tan añejos

que icen que en aquel estonces

dirnoraban por completo

lo que juera una escopeta

pa la cata d'un conejo;

y ni jumaban petillos

tan siquiera de veneno

como son las tagarninas

que en el istanco escogemos.

En fin. ¿Pa qué más palabras?

Con decirvos que era en tiempo

de los romanos, de fijo

vos queáis satisfechos.


No jumaban, ni tiraban

tiros, los mozos aquellos;

pero pá tallá la piedra

eran unos feloménos.

¡Qué escurturas! ¡Qué mujeres

más hermosas! ¡Y qué frescos

los vestios! Bien pudiera

ser que en los tiempos aquellos,

como jace tantos años,

no habiera entavia ivierno.


Pos ¿y los hombres? ¡Qué juertes!

¡Chacho! ¡Serían de jierro

singún los cachos de mármoles

ande copiaos los vemos!


En aquel anfitreato

Se runían, yo me pienso,

que pa que se celebraran

sesiones de ayuntamiento;

pos por lo visto ya estonces

usaban tales enreos.

Allí se discutiría

la cuestión de los impuestos,

y dirían por trabajo

los paraos jornaleros.


¡Qué antiguas son estas cosas!

¡De los romanos ná menos!


Pero me he metio en grandes

riflexiones y no es güeno

que por jaceme el leio

vos resurte majaero.


Pudiera decirvos mucho,

porque oído mucho tengo,

del Acueduto, del Arco

de Trajano y to lo güeno

que.en Mérida se conserva

de cuando jué tan gran pueblo

que aseguran que jacia

por tres Madríles lo menos.

Pero cuando mis señores

vengan que lo cuenten ellos;

que ellos son los que lo saben

y los que me lo dijeron.


Cuando vengan al cortijo,

y mientras zumban los vendos,

y con los cachos de ancina

vamos avivando el fuego

ascucharéis lo que han visto,

que es tanto y de tanto mérito

que hais de quear como estatuas,

pasmaos y boquiabiertos.

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