martes, 8 de enero de 2008

AZUAGA

Al suroeste de la provincia de Badajoz, limitando ya con la de Córdoba, se levanta la bonita población de Azuaya, cuyo valor histórico estriba, entre otras cosas, en la gran cantidad de vestigios de otras épocas que en ellas podemos encontrar.

El nombre de Azuaya proviene de la época de la conquista musulmana, un tiempo en el que este territorio era conocido por sus pobladores beréberes como Al Zuwaga, aunque, la existencia del lugar es mucho más antigua, ya que se han encontrado rastros de épocas anteriores, como lápidas conmemorativas dedicadas a personajes relevantes del imperio romano, como el Emperador Trajano, o incluso dólmenes elevados durante el período Neolítico.

En el siglo XIII los musulmanes son expulsados de este lugar por las fuerzas de la Orden de Santiago y, tres siglos más tarde, en el XVI, Azuaya se convierte en una de las localidades más pobladas de la comunidad extremeña, con diez mil habitantes, una cifra que se mantiene hasta nuestros días. Durante el siglo XIX, los yacimientos de plomo encontrados en sus alrededores hicieron que Azuaya viviera una de las épocas de mayor esplendor de su historia. La minería pasó a ser la base de su subsistencia económica, aunque más adelante este sector entró en crisis. Las minas fueron cerrando poco a poco, y como consecuencia de ello se produjeron un gran número de revueltas protagonizadas por los trabajadores del sector.

Hoy en día Azuaya aún no ha perdido sus viejas costumbres, como es el caso de la artesanía, que ha desaparecido en la mayor parte del territorio extremeño. Son característicos del lugar los excelentes trabajos de cestería, los artículos de latón y cuero y las sillas de anea. Naturalmente, todo ello realizado a mano y con técnicas que podríamos calificar, sin temor a equivocarnos, de ancestrales.

El trazado de las calles todavía posee en nuestros días un claro carácter musulmán, una circunstancia que unida a la cantidad y calidad de los edificios construidos por la Orden de Santiago, y también con posterioridad, convierte a Azuaya en un perfecto lugar para evocar el pasado de España. El casco antiguo es un conjunto de extraordinaria belleza arquitectónica, donde cabe destacar la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, situada junto a la torre del homenaje, único resto del castillo medieval construido por la Orden de Santiago. Esta iglesia, donde se funden gótico y renacimiento dando como resultado un precioso edificio de enormes dimensiones sólo comparable en tamaño a la catedral de Badajoz, consta de una enorme torre de tres cuerpos. El primero de ellos está rematado por la magnífica Puerta del Perdón, profusamente decorada. El interior, coronado por bóvedas de crucería, conserva una bella pila bautismal que data del siglo XVI, éste es uno de los pocos objetos que aún se conserva incólumes, ya que un incendio en 1888, junto a los destrozos ocasionados durante la guerra civil, provocaron la pérdida de la mayoría de los numerosos objetos de valor que la iglesia albergaba.

La iglesia de la Merced, otro de los espléndidos edificios que encontramos paseando por las calles de Azuaya, está construida en el estilo mudéjar imperante en el siglo XV, aunque con posterioridad se le añadieron elementos barrocos. El convento anejo a la iglesia cumple actualmente la función de Ayuntamiento.

Del siglo XVIII se conserva la preciosa iglesia del Cristo del Humilladero. El edificio más destacable de carácter civil es una gran casa del siglo XIX, donde, a pesar de sucesivas restauraciones posteriores, se pueden encontrar la mayor parte de las características arquitectónicas de la época en que fue construida. Hoy en día este lugar es Casa de la Cultura, en cuyo interior se halla un interesante museo etnólogico de carácter regional. La visita a Azuaya no sólo permite disfrutar del legado artístico y cultural de la zona; es inolvidable también la gastronomía, que nos permite degustar la sabrosa caldereta, la sopa de almendras y los riquísimos escabeches, aunque la gran atracción gastronómica es la que ofrece la muy rica y abundante tradición repostera, en la que podemos destacar los deliciosos roscos blancos y las perrunillas.

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