viernes, 7 de diciembre de 2007

Plasencia

PLASENCIA


La llamada Perla del Jerte o Ciudad de los Lagos gallarda capital comarcal de los frondosos vergeles del Valle y de la Vera, solar de nobles mansiones, con dos catedrales e infinitos templos en su haber y pregonada por hechos gloriosos e ilustres hombres que dejaron su impronta en su tierra. Su río recorre diecisiete leguas para besar los pies de la villa con un tirabuzón y rendirse a su vega. Se salva por cuatro puentes, el más antiguo el gótico de San Lázaro, con restos romanos, y reconstruido en el siglo XVI. En esta misma centuria Rodrigo Alemán levanta el llamado Puente Nuevo. Le sigue el de Trujillo y uno inaugurado en 1993.

Sobre lo que fue un frondoso bosque de robles y encinas, Plasencia nace con el nombre de Ambracia como una colonia griega de origen macedonio. Más tarde será un campamento militar romano y posteriormente un pequeño núcleo de beréberes llamado Ambroz. En 1178 Alfonso VIII se la arrebata a los moros y la funda con estas palabras: “En honor de Dios, en el lugar que antiguamente se llamaba Ambroz, edifico esta ciudad cuyo nombre de Placentia le impongo para que agrade a Dios y a los hombres”.
Dos lustros después el
pontífice Clemente III la eleva a la categoría de sede episcopal, la más rica de toda Extremadura. En 1196 las huestes almohades de Yasuf-ben-yacub la conquistan, pero el de Navas ataca y en menos de dos años la devuelve al cristianismo. Y decide fortificarla con una colosal obra de ingeniería. De sus setenta torres de sillarejo sólo perviven veintiuna, y cuatro de sus ocho puertas: la del Sol, la de las Berrozanas, la de Coria y el postigo de Santa María.

Con más de 36 habitantes, la moderna Plasencia de polígonos industriales, bloques, jardines y avenidas convive con la rancia villa de casas solariegas, palacios timbrados con aire de fortaleza, murallas, escudos y espadañas.

La silueta de sus dos catedrales claman al cielo como los templos más hermosos de Extremadura.

Sería imposible enumerar las casonas y palacios que amueblan Plasencia. La casa de los Monroy es la más antigua y data del siglo XIII. Frente a ella se alza la de los Zúñiga, sus viscerales enemigos llamado el palacio de Mirabel…; también engalanan la villa entrañables rincones como el parque natural de la isla, formado por los dos brazos del río,
y el de los Pinos del acueducto de cincuenta y cinco arcos llamado de San Antón, y el cementerio judío. Pero el corazón de Plasenciadescansa en su plaza Mayor, presidida
por el recio Ayuntamiento, en lo alto de sus dos torres, el abuelo Mayorga marca las horas de los placentinos. Desde que en el año 1200 Alfonso VIII concedió a la villa un mercado los mates, los frutos de El Valle y La Vera llevan siete siglos dándose cita entre sus soportales. El llamado “martes turístico” se celebra en agosto.

También merece la pena visitar el Santuario de su patrona la Virgen del Puerto, que a cinco kilómetros de la villa brinda una espectacular panorámica de la monumental Plasencia mirándose en el espejo de su río.


















































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