domingo, 9 de diciembre de 2007

VALENCIA DE ALCÁNTARA



Valencia de Alcántara es un pueblo al que le tengo un cariño especial, porque fue cuna de una parte de mis ascendientes.
Al sur de la Vega de Coria se dilata la tierra de Alcántara, una inmensa llanura enmarcada en el río Sever, el Tajo y la sierra portuguesa de Mamede. Valencia de Alcántara se erige en su bulliciosa capital con unos diez mil vecinos, dedicados a las labores agrícolas y comerciales, en virtud de sus buenas comunicaciones. Aquí acuden desde antiguo los feriantes portugueses los días de mercado. A 98 Km. de Cáceres, se emplaza en la base de una especie de espolón que se adentra en Portugal, donde los dominios cacereños se acercan ya a la provincia de Badajoz.
Al igual que la mayor parte de los pueblos que vivieron bajo el férreo control de la poderosa Orden de Alcántara, hereda un esquema socioeconómico que tiene como protagonista a la dehesa latifundista.Por su condición fronteriza se vio envuelta desde siempre en las mil y una batallas que libraron en su suelo, que asumió a temprana edad el papel de plaza fuerte. La tradición identifica estas fértiles tierras con las viejas luchas mantenidas entre lusitanos y romanos en la antigüedad. Lo cierto es que nace romana como Valentia, fundada por Décimo Junio Bruto en el 138 a de C. Su huella persiste en el acueducto y el puente de abajo, en los mosaicos, aras funerarias, capiteles y columnas hallados en su término. Y es aquel centro de la llamada Lusitania oriental jugó una importante baza económica en tiempos del imperio romano debido a su estratégica ubicación en la llamada Vía de la Plata. Por esta misma calzada llegarían los musulmanes y aquí levantarían su fortaleza, pero don García Sánchez, maestre de la Orden de Alcántara, les arrebata la plaza en 1221. En 1230 la villa es testigo de una entrevista histórica entre las dos viudas de Alfonso IX, doña Berenguela y doña Teresa, en la que deciden la unificación definitiva de los reinos de Castilla y León en la persona de Fernando III el Santo. En 1298 doña Dinis de Portugal y Fernando IV de Castilla firman el tratado de Alcañices, por el que Valencia de Alcántara se reconoce parte integrante de la corona castellana. Tras un sinfín de avatares, portugueses e ingleses la toman por sorpresa en 1654. Felipe V, que viene de Portoalegre, la honra con su visita en 1704 y se aloja en el convento de San Francisco. Un año más tarde y hasta 1715, las tropas aliadas que luchaban a favor del archiduque Carlos ocupan su plaza pese a la heroica defensa que sostuvieron los valencianos. Este ejército, formado en su mayoría por soldados ingleses
y holandeses, violó las condiciones de rendición y arrasó la villa. Durante la guerra de la Independencia la ciudad vive el último episodio de su belicoso destino. Tras su liberación se convierte en capital provisional de Extremadura y celebra las primeras elecciones de la recién estrenada Constitución. Otra fecha destaca en su historia es la inauguración del ferrocarril Madrid-Lisboa en1885, acto al que acuden con lujoso séquito el monarca español Alfonso XII y el lusitano Luís I.
La puerta de las Huertas es la única huella de su soberbio recinto amurallado. Su viejo castillo de origen árabe, engrandecido por los caballeros de Alcántara en el siglo XIII, está tan desfigurado que si los monjes guerreros levantaran la cabeza no lo reconocerían. En su casco antiguo perviven unas curiosas casas de gran antigüedad con portadas ojivales y acaracolados dibujos en sus fachadas que en el medievo se identificaban con las casas de citas. Su barrio gótico, magistralmente conservado, encierra todo el sabor de la arquitectura popular medieval. Las iglesias de la Encarnación, San Antonio y La Campiña alimentan las almas de los valencianos, pero el templo estrella con categoría arciprestal es el de Nuestra Señora de Rocamador. Levantado en el siglo XVI, tiene naves góticas, elementos renacentistas y una hermosa torre herreriana. En sus entrañas se venera al Cristo de las Batallas del insigne Berruguete, mientras que en la sacristía guarda una tabla del Divino Morales titulada la Virgen con los Santos Juanes que realizó en torno a 1560 por encargo del comendador alcantarino fray Antonio Bravo de Jerez. El que fuera antiguo hospicio luce en su fachada un bello escudo labrado en piedra que le proporciona una rancia nobleza. El convento de Santa Clara del siglo XVI, con su precioso claustro herreriano y su coetáneo, el de San Francisco, hoy palacio de los duques de la Victoria se suman a su arquitectura monumental.
Su oferta gastronómica toma cuerpo en deliciosas migas, el típico frite a base de cordero y pimentón y la chanfaina. El domingo gordo de carnaval es tradicional saborear un plato muy especial que tiene como ingredientes arroz, coles y buche de cerdo. Entre sus ricas chacinas destaca el buche de costillas, uno de los embutidos más rudimentarios de España, que se hace con magro y tocino, trozos de rabo, costillas y esternón.
En el capítulo dedicado a las fiestas los valencianos están bien servidos. Los mayos inauguran su calendario; el 24 de agosto celebran a San Bartolomé; el primer domingo de septiembre a su patrona, la Virgen de los Remedios, y a San Pedro de los Majarretes el 19 de Octubre.





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