Desde la época de los Tartesos, el sur de España ha sido productor de metales preciosos. Así es que los sabios romanos, al invadir el territorio Íbero, en su política de expansión, otorgaron gran importancia a las calzadas para poder llevar de un lado a otro todos los bienes “cedidos” por la cultura tartesia y, a su vez, comunicar los territorios conquistados entre sí. La Vía de la Plata, nada tiene que ver con esos preciados metales, es consecuencia de una mala pronunciación. Proviene del nombre árabe B’lata, que significa “camino empedrado”, nombre que lo diferencia de muchos otros que solo eran de tierra. Pero es que, además, esa no era la denominación con que los romanos la bautizaron, si no que fue llamada Iter ab Emerita Asturicam, lo que viene a decir que une la ciudad extremeña de Mérida con Astúrica Augusta (Astorga). Tiberio, Trajano y Adriano, entre otros, le dieron un gran impulso al unir Gijón con Sevilla a través de Astorga y Mérida. Hoy se puede recorrer casi exactamente esa misma calzada por la actual carretera N-630.
En Extremadura Mérida la ciudad romana, fue creada para los soldados eméritos del gran imperio, en el año 25 antes de Cristo, como ciudad de retiro para estos grandes soldados que se “licenciaban”, terminado su servicio al imperio y tomando la ciudadanía romana.
En Mérida se pueden ver, sentir y tocar las construcciones realizadas para disfrute de los ya ciudadanos del Imperio. Este centro jurídico, económico militar y cultural llegó a ser catalogado por Ausonio, el gran poeta y rapsoda latino del siglo III, como el noveno lugar del Imperio, incluso por delante de Atenas. Por eso y por muchas otras cosas, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
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